Reportaje:

El 'trinimaratón' de la candidata

La aspirante a la alcaldía por el PSOE arranca una semana frenética de actos para tomarle el pulso a la capital

Trinidad Jiménez, candidata socialista a la alcaldía de Madrid, se levantó a las cuatro de la madrugada de ayer, se duchó, se lavó el pelo y se tomó un yogur vitaminado con una tostada de aceite y tomate. Así comenzó el trinimaratón, un preludio de campaña electoral que le ocupará toda la semana, de lunes a domingo. Setenta actos en siete días. Siguiendo el lema "Otra forma de ser, otra forma de actuar", recorrió distintos barrios de la capital para escuchar a la gente, rodeada de asesores y miembros de Juventudes Socialistas que repartían folletos. "Serán los madrileños", dijo, "los qu...

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Trinidad Jiménez, candidata socialista a la alcaldía de Madrid, se levantó a las cuatro de la madrugada de ayer, se duchó, se lavó el pelo y se tomó un yogur vitaminado con una tostada de aceite y tomate. Así comenzó el trinimaratón, un preludio de campaña electoral que le ocupará toda la semana, de lunes a domingo. Setenta actos en siete días. Siguiendo el lema "Otra forma de ser, otra forma de actuar", recorrió distintos barrios de la capital para escuchar a la gente, rodeada de asesores y miembros de Juventudes Socialistas que repartían folletos. "Serán los madrileños", dijo, "los que hagan el programa del PSOE para ganar la alcaldía".

A las seis de la madrugada llegó a las cocheras de la Empresa Municipal de Transportes (EMT) de Fuencarral. Los trabajadores y representantes sindicales le enseñaron las instalaciones, mientras el gerente de la empresa, Tomás Burgaleta, seguía de lejos a la comitiva. No dejó entrar a las cámaras de televisión y sólo se acercó a ella un momento. Con los dedos amarillos de frío, Jiménez supo que los conductores se hielan en la zona de reparación de vehículos porque sólo tienen dos fogones que mejor servirían para asar castañas; que las oficinas se les caen de viejas; que en las cabeceras de línea no tienen aseo y que los coches que circulan por el carril-bus les impiden cumplir con el horario de recogida de viajeros.

El programa de la alcaldable se basará en las reivindicaciones de los ciudadanos

"Vamos a hacer lo posible por solucionar esto". Trinidad Jiménez se despidió así de la EMT. También, más tarde, de los ciudadanos que la paraban por la calle, y de los pacientes del centro de especialidades médicas, y de los jubilados de un centro para la tercera edad. "La mejor campaña es salir a la calle a hablar con los ciudadanos. Quiero ser la alcaldesa de todos los madrileños". La candidata continuó su periplo en la línea 1 del metro. Se cruzó con cientos de inmigrantes que, todavía de noche, dirigían sus pasos soñolientos hacia la plaza de Castilla.

De allí fue a la Cadena SER, en Gran Vía. El maratón se convirtió en 50 metros lisos por los pasillos de la emisora, de un programa a otro reivindicando más implicación de los gobiernos en la lucha contra el maltrato a las mujeres y la mejora del transporte público. No se libró de las referencias a su aspecto, que le persiguieron todo el día: "¡Está buenísima!", gritaba un contertulio del programa ¡Anda ya!

Amanecía en Madrid mientras Trinidad Jiménez paseaba por la calle de Preciados. A los policías municipales les preguntaba por el conflicto con el Ayuntamiento; a los reponedores de bebidas, por su horario; a los niños, por sus estudios. Compró suerte a una vendedora de cupones -terminado en 13: "No soy supersticiosa"- que le pidió "un puestecito" de venta para no pasar tanto frío. Y desayunó, por cuarta vez, en una conocida cafetería de la Puerta del Sol. "Voy a captar las esencias, a meterme en las tripas de la ciudad". Como si la hubieran oído, cada ciudadano expresaba su queja. También le deseaban suerte. Y la aplaudían: "¡Viva la Jiménez!".

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Antes de almorzar en la Escuela de Hostelería Primero de Mayo (Vallecas) un menú preparado por sus alumnos, Jiménez, La Trini, como ya le dice mucha gente, visitó el centro de especialidades de Villaverde. Dentro, Francisca Reca, una anciana, apretaba las manos de la candidata. "¿Cómo está?", preguntó Jiménez. "Pues jodía", contestó Francisca. Así comenzó la conversación, que terminó con un intercambio de promesas: "Si salgo elegida, volveré para que le den todo lo que necesita". "Pues yo tengo el gusto de darle mi voto. Y 20, si es menester. Y no le doy mi pata mala porque le daría mala suerte".

En los alrededores del centro, los jardines estaban enfangados, y las casas, podridas por dentro y por fuera, sin luz ni agua. Sus inquilinos se acercaban a la candidata: "Tenemos derechos, pero vivimos como ratas". Jiménez les dio una sonrisa y una postal con su foto. "Pongan aquí sus datos y el problema y nos lo envían. Trataremos de solucionarlo". Las familias, con los pies casi descalzos, la elogiaban: "Sois muy amables. Gracias por atendernos".

Antes de acudir a una manifestación contra la violencia doméstica, a la presentación de un libro del ex ministro socialista Fernando Morán y a una cena en el Alfil con miembros del mundo del teatro, visitó un centro de la tercera edad en Vallecas. La candidata tomó nota de que los jubilados que van allí quieren más actividades, que el bar es poco higiénico. A esa hora y ante las repetidas reivindicaciones, Jiménez apenas alcanzaba a contestar: "Ah, ¿sí?"; "¡Menudo plan!"; "En fin...". Un hombre operado de la garganta interrumpió su partida de dominó para escribir en un papel: "Eres muy joven y muy guapa". Pero no todo fueron piropos. Hubo quien le recordó que, lo que se promete, se cumple.

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