ELECCIONES EN EE UU

Un recluso, una difunta y un candidato que no quiere serlo

Los electores tenían ayer numerosas opciones para complicar, aún más, el funcionamiento político del país. Podían enviar, por ejemplo, una difunta y un recluso a la Cámara de Representantes, y mantener en el Senado a un candidato que, en realidad, quería ser gobernador de Alaska. El recluso, James Traficant, expulsado en julio del Congreso y condenado a ocho años de cárcel por corrupción y prácticas mafiosas, se presentaba como independiente y sus posibilidades eran escasas. Pero la difunta y el senador a la fuerza eran favoritos. Salvo victoria clara de republicanos o demócratas, parecía prob...

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Los electores tenían ayer numerosas opciones para complicar, aún más, el funcionamiento político del país. Podían enviar, por ejemplo, una difunta y un recluso a la Cámara de Representantes, y mantener en el Senado a un candidato que, en realidad, quería ser gobernador de Alaska. El recluso, James Traficant, expulsado en julio del Congreso y condenado a ocho años de cárcel por corrupción y prácticas mafiosas, se presentaba como independiente y sus posibilidades eran escasas. Pero la difunta y el senador a la fuerza eran favoritos. Salvo victoria clara de republicanos o demócratas, parecía probable que los flecos de la elección, que podían tardar meses en resolverse, resultaran decisivos.

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La difunta era Patsy Mink, una representante demócrata de Hawai que falleció el 28 de septiembre, dos días después de que expirara el plazo para hacer cambios en las candidaturas. El Partido Demócrata tuvo que pergeñar un plan alternativo: tenía que conseguir que Mink fuera elegida ayer, pese a su condición de cadáver; tenía que organizar una elección provisional el día 30 y arreglarla para que saliera vencedor el viudo de la representante, que sólo estaba dispuesto a dedicarse a la política durante un mes; y convocar para el 4 de enero una suerte de primarias al revés, en las que se decidiría de forma definitiva el sustituto de Mink.

El senador que no quería serlo era el republicano Frank Murkowski, cuyo nombre figuraba ayer entre los aspirantes a gobernador de Alaska. Murkowski partía como favorito y anunció que en caso de ser elegido renunciaría a su puesto en el Senado a mediodía del 2 de diciembre. Los republicanos habían preparado a fondo la jugada: aprovechando su mayoría en el Parlamento de Alaska, aprobaron una ley que permitía al gobernador cubrir las vacantes del Senado; de esa forma, Murkowski podía cambiar la Cámara Alta por el despacho de gobernador y elegir a su sustituto.

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