Reportaje:LA REVOLUCIÓN DE OCTUBRE

Lo que Lula tiene que hacer

El pasado domingo 27 de octubre, con una mayoría de casi 20 millones de votos, Lula obtuvo la victoria electoral más arrolladora de la historia de Brasil. Nacido en el polvo de la región árida del noreste brasileño y después de haber ido a la escuela sólo hasta quinto curso, Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los ocho hijos de una esposa abandonada, ha dominado el arte de la campaña electoral en su tenaz intento de alcanzar la presidencia después de tres derrotas anteriores. Lula y su dividido Partido de los Trabajadores (PT), que eran claros favoritos en las encuestas desde el inicio de...

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El pasado domingo 27 de octubre, con una mayoría de casi 20 millones de votos, Lula obtuvo la victoria electoral más arrolladora de la historia de Brasil. Nacido en el polvo de la región árida del noreste brasileño y después de haber ido a la escuela sólo hasta quinto curso, Luiz Inácio Lula da Silva, uno de los ocho hijos de una esposa abandonada, ha dominado el arte de la campaña electoral en su tenaz intento de alcanzar la presidencia después de tres derrotas anteriores. Lula y su dividido Partido de los Trabajadores (PT), que eran claros favoritos en las encuestas desde el inicio de la campaña, asustaron a los mercados financieros con sus promesas de 'una ruptura necesaria del modelo económico actual', combinadas en una inspirada actuación en los medios que irradiaba indignación, confianza y, aunque parezca mentira, felicidad. El lema: Lula, paz y amor. En su discurso de la victoria, Lula dijo que 'la esperanza ha vencido al miedo en Brasil'.

La base de Lula son los burócratas, los 'okupas', personal universitario y bancario en incómoda alianza con católicos utópicos, trotskistas y anarquistas
El programa del PT es un batiburrillo de jerga socialista y populista. El encanto de Lula esconde la confusión de un partido de masas en evolución

A pesar de sus dificultades, a pesar de sus contrastes de pobreza y riqueza y la debilidad de sus instituciones públicas, Brasil sigue siendo un país de aspiraciones. 'Antes, a Lula se le consideraba un analfabeto, pero ya no', dice Diogo Gramacho, un estudiante de 16 años que vive en la favela de Orquídeas, São Bernardo, la ciudad industrial de las afueras de São Paulo en la que Lula comenzó su carrera política como dirigente del sindicato del metal y donde se fundó el PT en 1979.La victoria de Lula es un triunfo del simbolismo, muestra todo lo que ha cambiado Brasil, y él mismo es un ejemplo de la movilidad social representada en millones de historias personales como la suya. Orquídeas surgió en 1980 con una invasión de inmigrantes que construían chabolas en calles embarradas junto a un pantano en el que estaba prohibido el asentamiento. Ahora las cosas están mejor.

São Paulo es diferente

En la vasta periferia de São Paulo, la segunda metrópoli del mundo, con 18 millones de habitantes, es difícil encontrar calles sin asfaltar o sin iluminación, o comunidades como Orquídeas, sin agua corriente, electricidad, teléfonos ni servicio regular de autobuses. A lo largo de los años se han ido transformando millones de chabolas en sólidas casas de ladrillo equipadas con los últimos electrodomésticos y protegidas por verjas de hierro debido a la delincuencia endémica en las comunidades de aluvión. A medida que la inflación crónica disminuía durante la pasada década, la gente empezó a comer mejor. Hay muchos más colegios y hospitales públicos, aunque su funcionamiento diario deje que desear. 'Lula tiene muchas contradicciones', dice Gisele da Silva, otra adolescente de Orquídeas, 'pero está más preparado para ser presidente porque tiene más contacto con la gente. Tiene que mejorar la educación. En nuestro colegio, los profesores no enseñan porque están ausentes gran parte del tiempo y no conocen su materia. Yo quiero estudiar medicina y ser tocóloga'.

Algunos de esos objetivos, que requieren soluciones prácticas, pueden chocar con el programa del PT, un batiburrillo de jerga socialista y populista propia de los años cincuenta y sesenta. El encanto de Lula esconde la confusión de un partido de masas en evolución. La base del PT está en la burocracia del Estado, el personal universitario, los sindicatos de enseñanza, los empleados de banca y hospitales, los okupas y los trabajadores del sector informal, todos en incómoda alianza con católicos utópicos, trotskistas y anarquistas. Estas fuerzas están unidas por la retórica y el férreo control de un experimentado equipo de políticos que son los colaboradores más cercanos de Lula.

El mayor grupo parlamentario

El PT ha ido adquiriendo fuerza en los últimos veinte años, a diferencia del declive de otros partidos de masas en Latinoamérica como Acción Democrática de Venezuela, el APRA de Perú, los liberales y conservadores de Colombia y los peronistas y radicales de Argentina. Este año obtuvieron el mayor grupo en la Cámara de Diputados, pero con sólo 91 de los 513 escaños; el resto se repartió entre otros 18 partidos.

La política de coaliciones en Brasil, como en algunos países europeos, significa regateos interminables sobre puestos en el Gobierno, clientelismos y piezas de legislación. Por consiguiente, el PT no puede ser prisionero de su retórica. En realidad, la inmensa mayoría presidencial de Lula en la segunda vuelta del domingo produjo la victoria del PT sólo en uno de los ocho Estados en los que aspiraba a gobernar. Su control de las instituciones estatales y locales es muy limitado. En el federalismo descentralizado de Brasil, los gobernadores utilizan el clientelismo para ejercer gran influencia sobre los votos de sus delegaciones estatales en el Congreso. Así que ahora empezará una nueva ronda de negociaciones.

El pueblo brasileño se ha acostumbrado a la estabilidad y no va a tolerar una recaída en la tensión y la confusión de los ochenta y primeros noventa, cuando la inflación crónica aumentó hasta constituir dos episodios de hiperinflación. Lula y el PT son conscientes de ello y se mueven con cautela. Se están esforzando al máximo para modificar las anteriores promesas y amenazas de subir los sueldos y las pensiones, extender el crédito oficial, renegociar la deuda pública, romper con el FMI y restringir el comercio exterior y las inversiones extranjeras. Aun así, van a tener que actuar con eficacia en tres áreas fundamentales:

1. Estabilidad económica. El Gobierno saliente del presidente Fernando Henrique Cardoso (1994-2002) estabilizó las finanzas públicas con una Ley de Responsabilidad Fiscal para limitar el gasto, el préstamo y el empleo en los Gobiernos federal, estatales y municipales. Una gran parte de la deuda pública de Brasil procede de la generosa refinanciación federal de las deudas de los Estados mediante el aplazamiento del pago a lo largo de 30 años con un interés del 6% y un servicio de la deuda limitado al 11% de los ingresos. Lula y el PT habían denunciado la ley con anterioridad y ahora sufren presiones de los gobernadores y los alcaldes para que relajen sus límites. De hacerlo, podría volver a despertarse el genio de la inflación en los próximos cuatro años.

2. Violencia y seguridad pública. La principal aportación del PT en la campaña electoral fue la publicación de un programa de seguridad pública coherente que proponía nuevas leyes y medidas administrativas para reorganizar las fuerzas de policía y el sistema penal, con el fin de hacer frente a la oleada de homicidios, motines carcelarios, secuestros y atracos que imponen una mentalidad de sitio en las grandes ciudades. Lula obtendría un lugar de honor en la historia brasileña si consiguiera llevar verdaderamente a la práctica este programa.

3. Educación. El rendimiento de las escuelas y universidades públicas es un desastre que pone en peligro el futuro del país. Las matriculaciones han crecido enormemente durante la última década, pero la calidad sigue siendo mediocre. En el año 2001, los brasileños de 15 años quedaron en último lugar entre 32 países sometidos a pruebas de lectura por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La dejadez y desorganización de la educación pública cuentan con el apoyo de los sindicatos de enseñantes, que son uno de los principales pilares del PT. Para mejorar la educación, como para mejorar la policía, habría que reestructurar y eliminar unos incentivos perjudiciales y muy arraigados en la gestión, la supervisión y la enseñanza a todos los niveles, y eso exige gran habilidad y valor.

La democracia latinoamericana ha demostrado ser muy resistente en las dos últimas décadas, en las que se han consolidado Gobiernos civiles y una baja inflación en Brasil, Perú, Bolivia, México, Ecuador, la República Dominicana, Chile e incluso Argentina. La lucha continúa. Una de las pruebas cruciales será el comportamiento de Lula y el PT a la hora de gestionar los enormes problemas institucionales de Brasil.

Norman Gall es director ejecutivo del Instituto Fernand Braudel de Economía Mundial en São Paulo.

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