Un policía mata de un tiro al toxicómano que atracaba la farmacia de su esposa

El presunto delincuente había asaltado la misma botica hace un mes, según una empleada

Pablo Javier Rubio Aguado, de 30 años, murió a las 11.20 de ayer tras recibir un disparo en el corazón al intentar atracar una farmacia situada en el número 1 de la avenida de Baviera, junto al Parque de las Avenidas. El autor del tiro fue Ismael L.-A. G., de 54 años, esposo de la farmacéutica e inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía, actualmente de baja tras haber sufrido un infarto. El presunto delincuente tenía 38 antecedentes policiales, la mayoría por robos, y había asaltado la misma botica el pasado 18 de septiembre estando bajo el síndrome de abstinencia.

Una serpiente de ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Pablo Javier Rubio Aguado, de 30 años, murió a las 11.20 de ayer tras recibir un disparo en el corazón al intentar atracar una farmacia situada en el número 1 de la avenida de Baviera, junto al Parque de las Avenidas. El autor del tiro fue Ismael L.-A. G., de 54 años, esposo de la farmacéutica e inspector jefe del Cuerpo Nacional de Policía, actualmente de baja tras haber sufrido un infarto. El presunto delincuente tenía 38 antecedentes policiales, la mayoría por robos, y había asaltado la misma botica el pasado 18 de septiembre estando bajo el síndrome de abstinencia.

Una serpiente de unos 20 centímetros, retorcida y tatuada en color verde, pudo verse en el pecho del fallecido cuando el médico forense levantó la camiseta del cadáver. La boca del reptil estaba a unos tres centímetros del pezón izquierdo de Rubio Aguado y, pegado a éste, destacaba el orificio dejado por la bala al entrar en el cuerpo del atracador. Rubio recibió un solo disparo y éste fue mortal de necesidad: directo al corazón.

Tras recibirlo, el presunto delincuente emprendió una carrera sin destino que le alejó sólo unos cinco metros de la botica, hasta desplomarse en el lugar donde encontró la muerte. 'Salió de la farmacia e intentó correr, pero sólo dio unos pasos tambaleantes. Luego tosió de forma rara dos o tres veces y cayó', recordaba Emilio Arroyo, el portero de una de las dos fincas que hay enfrente de la farmacia asaltada.

Cuando se desplomó, el fallecido aún empuñaba en su mano derecha el cuchillo con el que amenazó a la farmacéutica, Margarita S. T., y a su esposo, Ismael. 'Era un cuchillo largo y delgado, con una hoja de unos 25 centímetros. Se ha quedado con el cuchillo agarrado en la mano hasta que un policía se lo ha quitado media hora después', afirmó José, el portero de otra finca.

Cuchillo en mano

Rubio se desplomó sobre la acera a las 11.20. Hacía sólo unos minutos que había irrumpido en la botica con el cuchillo en la mano. No había nadie más en el establecimiento, pero lo que el matrimonio contó después a los vecinos permite hacerse una idea de lo que sucedió dentro. 'Ha amenazado con el cuchillo a Margarita. Ismael lo ha reconocido entonces, de otra vez que les atracó. Le ha dicho que ya estaban hartos, que él era policía y que dejaba de amenazarla con el cuchillo o le pegaba un tiro', explicó Emilio Arroyo.

El pasado 18 de septiembre, Rubio ya entró en la farmacia de Margarita con intención de atracarla. Entonces Ismael también estaba con su esposa, aunque en aquella ocasión no pudo hacer nada para evitar el asalto. Patricia, una empleada de la farmacia, también estaba allí aquel día y ayer lo recordaba así: 'Faltaban sólo tres minutos para las ocho de la tarde, la hora de cerrar. Nos amenazó a los tres con el cuchillo y nos hizo pasar a la rebotica, donde nos tuvo casi 20 minutos pidiéndonos más dinero y las joyas. Le parecía poco lo que había en la caja (unos 300 o 400 euros). También se llevó mis anillos y a Ismael le quitó la alianza matrimonial'. La empleada añadió que el matrimonio 'se había asustado mucho con ese primer atraco'.

En el primer asalto, Patricia pudo ver cómo 'el atracador estaba con el síndrome de abstinencia; se le notaba porque estaba muy nervioso, no se entendía lo que decía y sólo pensaba en lograr más dinero. No paraba de repetir: '¿Dónde hay más dinero?'.

Tumbado sobre la acera y ya sin vida, Rubio calzaba deportivas azules, vaqueros sucios, camiseta oscura y una chaqueta de chándal verde con listas blancas. En su rostro, con barba de varios días, se adivinaba la sombra de unas profundas ojeras. Tenía el cabello largo, revuelto y voluminoso.

La conmoción entre los vecinos del barrio de la Guindalera (Salamanca) por lo sucedido era ayer evidente. 'Cada vez hay más robos y atracos. Sólo nos faltaba esto', lamentó María Dolores Giersieper, que vive junto a la farmacia. La mujer, que dijo ser amiga del matrimonio atracado, declaró: 'Son buena gente. Muy serios y responsables, pero también amables y abiertos'. Los porteros de las fincas situadas en los números 2 y 4 de la avenida de Baviera también destacaron que la farmacéutica y su marido están muy integrados en el barrio, en el que tienen su domicilio. 'La farmacia lleva abierta más de 15 años. Se conocen a todo el barrio y todos los vecinos les conocen a ellos. Es gente de fiar', destacó Arroyo, portero de la finca.

Ismael es inspector jefe de policía de régimen disciplinario en la división de Personal de la Dirección General de Policía. Está de baja desde hace unos cuatro meses, cuando sufrió un infarto de miocardio. El matrimonio tiene un hijo y una hija, mayores de edad, y viven cerca de la farmacia.

Un policía observa el cadáver del toxicómano fallecido en el tiroteoMANUEL ESCALERA

'Enganchado' desde los 16 años

De Pablo Javier Rubio Aguado puede decirse que era un atracador, un delincuente que acumulaba 38 detenciones en su historial, casi todas por robos y atracos. Igualmente, del fallecido podría decirse que era un toxicómano que repetía una y otra vez el ciclo de droga, delincuencia y cárcel.Para los vecinos del barrio de Simancas (San Blas), sin embargo, Pablo era un 'pobre chaval', 'un muy buen tío' o 'un crío del barrio' que se perdió en el submundo de la droga, en el que se metió cuando era menor de 16 años, según recordaron ayer sus conocidos del barrio. 'Era uno más de nosotros, y un chaval muy divertido y abierto . Empezó como tantos otros, por divertirse, pero luego se fue metiendo en la droga y ya no salió nunca. Los últimos años ya le tratábamos poco porque estaba bastante mal o en la cárcel', recordaron sus amigos, reunidos en el bar Fama, en la calle de Zaldívar.Rubio creció en esta calle. Su familia tiene dos pisos, uno situado en el número 4 y otro en el número 7. En el primero vivía el fallecido con su hermana y su padre. 'Estaba muy poco por casa. Venía ocho días y luego desaparecía durante semanas. Hace unos días volvió de su último ingreso en la cárcel', relató José, padre del fallecido.El barrio de Simancas se debatía ayer entre la resignación -'porque se venía venir que Pablo acabaría mal'- y la rabia. 'El policía ha tirado a matar. Le ha pegado el tiro al corazón, para dejarle seco', denunciaron sus amigos. 'Mi hijo era un pringao, un drogadicto, y con éstos todos se atreven', lamentó el padre.Otro vecino del barrio y conocido de los amigos de Rubio murió el 4 de diciembre de 1999 desangrado tras cortarse en la pierna derecha con el cristal de la pastelería de la calle de Zumel, en San Blas, donde robó 4.100 pesetas. José Ramón Martín recordó cómo el azote de la droga hizo mucho daño en el barrio en los años setenta y ochenta. 'Yo tengo cuatro hijos y hace poco hablamos de todos los que han muerto por la droga. Nos salieron más de 15'.

Archivado En