Crítica:COMER

El último estreno de la moda panasiática

INDOCHINA, dados de pollo al 'curry' verde en el centro de Madrid

Como si una furia incontenible arrastrara a la hostelería madrileña, otro nuevo establecimiento asiático acaba de abrir sus puertas en medio de un mercado que a estas alturas debería estar saturado. E igual que si se tratara de un acontecimiento rutilante, Indochina ha empezado a llenar a diario gracias a una clientela joven de poder adquisitivo medio-alto, justo en un lugar donde otros restaurantes habían fracasado. ¿Cuál es el secreto de un éxito tan incontrolado?

El fervor asiático que se palpa en Madrid y Barcelona tiene mucho que ver con una curiosa interpretación de la modernidad ...

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Como si una furia incontenible arrastrara a la hostelería madrileña, otro nuevo establecimiento asiático acaba de abrir sus puertas en medio de un mercado que a estas alturas debería estar saturado. E igual que si se tratara de un acontecimiento rutilante, Indochina ha empezado a llenar a diario gracias a una clientela joven de poder adquisitivo medio-alto, justo en un lugar donde otros restaurantes habían fracasado. ¿Cuál es el secreto de un éxito tan incontrolado?

El fervor asiático que se palpa en Madrid y Barcelona tiene mucho que ver con una curiosa interpretación de la modernidad gastronómica, con la diversión que acompaña al exotismo y con el habitual cosmopolitismo urbano. En este ambiente tan favorable, a muchos promotores -japoneses al margen- les basta con modificar los cutres escenarios de antaño, sustituir los farolillos y dragones de cartón-piedra por decorados coloniales o minimalistas, para operar un drástico cambio de imagen en los viejos chinos de barrio. Se modifican también las vajillas y los uniformes del servicio (negros o blancos, al estilo mao) y el maquillaje es definitivo. Por supuesto, en una gran mayoría impera la mediocridad y la cocina es la china de siempre. Eso sí, las recetas se disfrazan de panasiáticas o indochinas, y los cocineros, presuntamente llegados de Hong Kong, se atreven con platos vietnamitas, malayos, tailandeses y coreanos con una falta de autenticidad descarada. Tan evidente como la subida de precios que acompaña los cambios. ¿Alguien se imagina a un cocinero italiano preparando platos españoles, portugueses y franceses al mismo tiempo? La carta del nuevo Indochina, complejo popurrí de platos asiáticos, se ajusta al modelo, con los inevitables altos y bajos.

INDOCHINA

5,5. Barquillo, 10. Madrid. Teléfono: 915 24 03 18. No cierra. Precio: entre 25 y 30 euros. Menú Indochina, 20 euros. Pinchos de cordero 'satay', 5,75. Dados de pollo con patatas al 'curry' verde, 9,75. Rabo de toro guisado en salsa roja, 11,75. Tarta fría de chocolate y tofe, 4,25. Café ... 4 Bodega ... 5,5 Ambiente ... 6,5 Servicio ... 6 Aseos ... 6 Pan ... (no se sirve)

Ninguno de sus entrantes, que se agrupan en un surtido variopinto, merece alabanzas serias. Mucho mejores son los pinchos de cordero satay, bastante bien adobados. O los dados de pollo al curry verde, plato tailandés acertado. Desilusiona la ensalada de papaya verde thai, y no convence la ensalada de fideos con langostinos. Ni los langostinos con carne picada y piñones, plato vietnamita de medio pelo. El colmo de la desfachatez es la merluza envuelta en hoja de banana, que se sustituye con descaro por un lomo de perca del Nilo u otro pescado de segunda enmascarado. Al menos, es delicioso el rabo malayo guisado.

POSTRES, MENÚ DEL DÍA Y BODEGA

INDOCHINA, restaurante que dirigen Danny y Alex Chen, propietarios de la cadena Tao, es un espacioso local que ha decorado con motivos coloniales el prestigioso interiorista Ignacio García de Vinuesa. Las mesas más sugerentes se encuentran junto a los ventanales, mientras que las del interior se reservan para ágapes colectivos. Como es habitual en los restaurantes asiáticos, los postres tienen un interés relativo. Aun así, su calidad no desmerece. Se recomiendan sus sorbetes de frutas. Y entre ellos, el de mango, frambuesa y fruta de la pasión. Sorprende agradablemente la tarta de chocolate y tofe, y no desilusionan la tarta de queso y el flan de algas y coco. Uno de los atractivos de esta casa es el menú degustación, bastante completo para lo que cuesta. Por 20 euros, el cliente tiene derecho a una selección que recorre distintos países asiáticos: se empieza con dos tipos de nem (rollitos frescos de langostinos y rollitos fritos de carne y verduras); después, unos sugerentes dados de pollo a la barbacoa, una espuma de langostinos en caña de azúcar y unos triángulos rellenos de carne y verduras al curry que no entusiasman nada. Continúan los dados de pollo al curry verde, plato tailandés muy bueno; los langostinos con carne picada y piñones, propuesta vietnamita de segundo orden, y se concluye con un rutilante magret de pato en salsa de naranja, receta malaya. Para acompañar el menú, arroz frito indonesio. Aunque la bodega tampoco destaca, contiene un surtido suficiente. Falla estrepitosamente el café, torrefactado y amargo.

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