Columna

Irreversible

Como el personal anda un poco despavorido ante el frenesí belicista de nuestro archipresidente Bush, y como el humor es un buen antídoto para la ansiedad, corren estos días por Internet frases desternillantes que se le atribuyen, como, por ejemplo, 'la gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país', o 'si no tenemos éxito, corremos el riesgo de fracasar', o esta perla de 1994: 'Yo creo que nos dirigimos de modo irreversible hacia la libertad y la democracia, pero eso puede cambiar'.

No me fío ni un comino de Internet, pero es probable que estas majaderías sean auténtic...

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Como el personal anda un poco despavorido ante el frenesí belicista de nuestro archipresidente Bush, y como el humor es un buen antídoto para la ansiedad, corren estos días por Internet frases desternillantes que se le atribuyen, como, por ejemplo, 'la gran mayoría de nuestras importaciones vienen de fuera del país', o 'si no tenemos éxito, corremos el riesgo de fracasar', o esta perla de 1994: 'Yo creo que nos dirigimos de modo irreversible hacia la libertad y la democracia, pero eso puede cambiar'.

No me fío ni un comino de Internet, pero es probable que estas majaderías sean auténticas: cuando Bush era candidato, los periódicos norteamericanos publicaron burradas genuinas y aún mayores. Esto me recuerda a otro mostrenco, Pinochet, que soltaba frases parecidas; por ejemplo, hablando del golpe contra Allende, dijo: 'Chile estaba al borde del abismo y dimos un paso hacia delante'. Lo cual es muy risible, pero todos sabemos qué vértigo de horror trajo consigo ese generalote tan estúpido.

Claro que Bush no es Pinochet. Para que un individuo se convierta en un monstruo tiene que acumular mucho poder. Bush preside el país más poderoso de la Tierra, pero por ahora se encuentra limitado por las ataduras de los usos democráticos, que son como los hilos de una tela de araña, frágiles y resistentes al mismo tiempo. Por ejemplo, Bush sigue siendo muy distinto a Niyázov, el presidente de Turkmenistán, un megalómano aterrador que ha llegado a cambiar el nombre de los meses: ahora abril se llama como su madre y enero como él mismo (pobres turcomanos). O a Sadam, un repugnante tirano que masacró a los kurdos y que asesinó a sus propios yernos. O a Castro, cuyo ex ministro Robaina acaba de hacerse una patética autocrítica al más puro estilo estalinista (tras la depuración, la humillación). Y no es que Bush sea mejor: es que no le dejamos ser peor. Por eso este último año ha sido tan inquietante: porque, desde el 11-S, se han roto demasiados hilos de la tela de araña. Hay que impedir que el actual Gobierno norteamericano continúe su escalada de arbitrariedad e impunidad, o ese Bush aparentemente tan ridículo acabará por revertir el camino irreversible hacia la libertad y la democracia.

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