Editorial:

Zapatero se abre paso

El Comité Federal del PSOE puso ayer en marcha el proceso de elección de candidato a la presidencia del Gobierno. En la práctica abrió la vía a la designación de José Luis Rodríguez Zapatero, dado que con el actual reglamento de primarias es difícil que aparezcan candidatos alternativos. Con esta decisión, la dirección socialista intenta explotar el buen momento de su líder, avalado por su éxito en el debate del estado de la nación y confirmado por los más recientes sondeos, y sacar ventaja del vacío creado en el PP por la ausencia de candidato, a la espera de que Aznar incline la balanza.
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El Comité Federal del PSOE puso ayer en marcha el proceso de elección de candidato a la presidencia del Gobierno. En la práctica abrió la vía a la designación de José Luis Rodríguez Zapatero, dado que con el actual reglamento de primarias es difícil que aparezcan candidatos alternativos. Con esta decisión, la dirección socialista intenta explotar el buen momento de su líder, avalado por su éxito en el debate del estado de la nación y confirmado por los más recientes sondeos, y sacar ventaja del vacío creado en el PP por la ausencia de candidato, a la espera de que Aznar incline la balanza.

La renuncia de Aznar a volver a competir está resultando más costosa para su partido de lo que se pensaba. Sigue mandando mucho, pero pronto dejará de hacerlo, y ello afecta a los equilibrios internos. Y la buena imagen que proyectó su retirada voluntaria se ve ensombrecida por algún episodio reciente, como la boda de su hija, que encaja mal con el cultivado retrato de austero castellano en que se inscribía la renuncia. Falta mucho para las elecciones, pero algunas distracciones del último semestre han descubierto flancos que ha ocupado Zapatero. El empate que reflejan algunos sondeos puede ser coyuntural, pero ya parecen improbables distancias como las que todavía se registraban a comienzos de año. Hay condiciones para unas elecciones disputadas.

El Comité Federal levantó ayer acta de esa situación. Hace no más de año y medio, la imagen que tal cónclave proyectaba era la que más convenía al PP: la de un carro tirado por varios barones regionales, cada cual en una dirección. Así, algunos de ellos llegaban a acuerdos bilaterales con el Gobierno en relación al Plan Hidrológico; otros recurrían, contra el criterio de la Ejecutiva, la Ley de Extranjería, o firmaban la paz por separado en relación a la financiación autonómica. Por no hablar de los discursos sobre la candente cuestión del terrorismo y sus consecuencias en la relación con los nacionalismos. Esa situación coexistía con reproches por falta de nervio opositor: por exceso de política de Estado.

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Eso ha cambiado. La autoridad de Zapatero se ha afianzado, y parece haber encontrado un equilibrio entre pactismo responsable y confrontación. En su discurso público de ayer ni siquiera nombró al terrorismo. Ha resultado que el apoyo sin aspavientos a la política del Gobierno en ese terreno da al PSOE más libertad de movimientos para confrontarse con él en otros campos, sin riesgo de aparecer como un partido sectario o irresponsable. En el debate de ayer, Maragall reiteró lo que la víspera había dicho por escrito: que los socialistas catalanes apoyan la ilegalización de Batasuna. En esas condiciones, la agenda puede abrirse a otros temas que también interesan a los ciudadanos, como las políticas sociales (vivienda, empleo, mujeres maltratadas, siniestralidad laboral, enseñanza), eje del esbozo de programa que ayer adelantó Zapatero.

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