Columna

En la misma piedra

Es verdad que en los últimos años viene siendo cada vez más normal que el curso político no pierda intensidad en el mes de julio, a pesar de que en dicho mes se abre en las Cortes Generales y en los parlamentos de las comunidades autónomas el periodo vacacional, pero no lo es menos que la intensidad política del mes de julio que acabamos de dejar atrás ha sido completamente excepcional. Tendríamos que remontarnos a los meses de julio iniciales de la transición, con el nombramiento de Adolfo Suárez en sustitución de Arias Navarro en 1976 y en 1977 con la constitución de las Cortes Constituyente...

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Es verdad que en los últimos años viene siendo cada vez más normal que el curso político no pierda intensidad en el mes de julio, a pesar de que en dicho mes se abre en las Cortes Generales y en los parlamentos de las comunidades autónomas el periodo vacacional, pero no lo es menos que la intensidad política del mes de julio que acabamos de dejar atrás ha sido completamente excepcional. Tendríamos que remontarnos a los meses de julio iniciales de la transición, con el nombramiento de Adolfo Suárez en sustitución de Arias Navarro en 1976 y en 1977 con la constitución de las Cortes Constituyentes y la designación de la Ponencia Constitucional tras las elecciones del 15 de junio, para encontrar meses de julio de similar intensidad, aunque aquellos además fueran de mucha más trascendencia. Pero, desde la entrada en vigor de la Constitución, pocas veces la agenda política de un mes de julio se ha cargado como lo ha hecho la de este año.

El 'decretazo' puede conducir a la formación de un cordón sanitario frente al PP, que puede tener consecuencias particularmente negativas para este partido en las elecciones municipales

Nada hacía presagiar que iba a ser así. Si a alguien se le hubiera ocurrido pronosticar a finales de 2001 o al comienzo de 2002 que el final del curso político iba a ser como ha sido, se le habría tachado de visionario. Cuando se inició el año con la presidencia española de la Unión Europea, se tenía la impresión de que la agenda europea iba a dominar por completo la agenda propiamente española y que, en consecuencia, el curso político acabaría de facto a finales de junio, convirtiéndose el mes de julio en un mero apéndice de esos seis meses anteriores de gran intensidad. De ahí que, cuando la Mesa del Congreso de los Diputados decidió, a propuesta del presidente del Gobierno, que el llamado debate sobre el estado de la nación se celebrara a mediados de julio, los portavoces parlamentarios de los partidos de la oposición protestaran airadamente por entender que el Gobierno trataba de descafeinar dicho debate, al pretender celebrarlo en época cuasivacacional, con la consiguiente pérdida de interés del mismo para la opinión pública.

Ha ocurrido, sin embargo, todo lo contrario. La agenda europea no sólo no ha oscurecido la agenda propiamente española, sino que ha contribuido a potenciarla. La aprobación por el Gobierno del decretazo, con la finalidad ni siquiera disimulada de intentar cortar de raíz la posible convocatoria de una huelga general por parte de las centrales sindicales, acabó vinculando de manera inescindible la celebración de la cumbre de Sevilla de los días 21 y 22 con la jornada de huelga del día 20 de junio. A partir de ese momento el debate político interno español dominó la agenda política, relegando el debate europeo a un segundo plano.

Tan ha sido así, que en la sesión parlamentaria que se celebró el 30 de junio para analizar la cumbre de Sevilla, estuvo mucho más presente la huelga general del 20-J que lo que se había discutido por los jefes de Estado y de Gobierno los días 21 y 22 de junio. Es además lo que han reflejado todos los estudios de opinión dados a conocer desde entonces, especialmente tras el cambio de Gobierno decidido por José María Aznar y tras la celebración del debate sobre el estado de la nación.

Quiere decirse, pues, que si el año empezó con una agenda política básicamente europea, el curso político ha acabado con una agenda política básicamente española. Y ha sido así en buena medida por Andalucía. Nuevamente un Gobierno de derecha en España ha venido a tropezar en la piedra andaluza. La coincidencia de que la cumbre europea se celebraba en Sevilla y la liquidación del PER por el decretazo han convertido a Andalucía en la punta de lanza de la protesta frente al autoritarismo y la arbitrariedad en la forma de proceder del Gobierno. No ha habido en los ya más de veinticinco años desde la muerte del general Franco ninguna ciudad en la que se hayan celebrado en el mismo mes tres manifestaciones de la envergadura de las celebradas en Sevilla los días 9, 20 y 22 de junio. Y como el propio Gobierno tuvo que reconocer en sus datos sobre el seguimiento de la huelga del 20-J, Andalucía estuvo inequívocamente a la cabeza de la protesta contra el decretazo.

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De ahí que si se advierte un cierto desconcierto en el PP en el conjunto del Estado, se advierta todavía mucho más en el PP de Andalucía. El Gobierno ha tenido muchas dificultades para no quedarse solo en el Congreso de los Diputados. Se quedó solo en la ratificación parlamentaria del decretazo y ha tenido que hacer grandes esfuerzos para no quedarse solo en el debate sobre el estado de la nación. Pero la situación del Gobierno no es comparable, ni de lejos, a la del PP en Andalucía, que no es que esté solo, sino que está completamente aislado. El decretazo puede acabar conduciendo a la formación de una especie de cordón sanitario frente al PP, que puede tener consecuencias particularmente negativas para dicho partido en las próximas elecciones municipales, aparte de casi descartarlo ya como un competidor con opción de ganar en las próximas elecciones autonómicas.

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, dice un conocido refrán. El PP se ha empeñado en hacerlo cumplir en Andalucía.

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