Orgiva (Granada) | NOTICIAS

Chris Stewart, un Brenan optimista

ANTES DE responder a mi pregunta sobre Gerald Brenan, Chris Stewart espanta con las manos las moscas que se arremolinan en torno a nuestro almuerzo de ensaladas diversas, pinchos morunos y vino blanco. 'Detesto las moscas', dice en castellano, con música andaluza y muy tranquilamente, sin la menor acrimonia, con esa sonrisa que siempre alegra su rostro curtido por el sol y chisporrotea, tras las gafas redondas y ligeras, en sus ojos azules de hijo de Inglaterra. 'De todos los animales domésticos y silvestres de El Valero', prosigue, 'sólo hay dos a los que, por más que digan mis amigos fundame...

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ANTES DE responder a mi pregunta sobre Gerald Brenan, Chris Stewart espanta con las manos las moscas que se arremolinan en torno a nuestro almuerzo de ensaladas diversas, pinchos morunos y vino blanco. 'Detesto las moscas', dice en castellano, con música andaluza y muy tranquilamente, sin la menor acrimonia, con esa sonrisa que siempre alegra su rostro curtido por el sol y chisporrotea, tras las gafas redondas y ligeras, en sus ojos azules de hijo de Inglaterra. 'De todos los animales domésticos y silvestres de El Valero', prosigue, 'sólo hay dos a los que, por más que digan mis amigos fundamentalistas de la ecología, no les encuentro ninguna utilidad: las moscas y los alacranes. Y de unos y otros anda sobrada esta tierra'.

Esta tierra es el valle de Orgiva, en la Baja Alpujarra granadina, donde Stewart compró en 1988 un cortijo llamado El Valero, un lugar perdido, sin agua corriente, electricidad ni teléfono, y al que ni tan siquiera se podía acceder en todo terreno, sino tan sólo en mula o caballo. Una década después, en Driving Over Lemons, Stewart contó cómo, a fuerza de ingenio y laboriosidad, él y su esposa Ana terminaron haciendo de El Valero su paraíso privado. Publicado en 1999, Driving Over Lemons le convirtió de inmediato en la mayor revelación de la literatura de viajes del mundo anglosajón en este cambio de milenios. Situado por su humor y autenticidad a la altura de A Year in Provence, de Peter Mayle, y The Lost Continent, de Bill Bryson, las memorias alpujarreñas de Stewart ocuparon durante meses el primer lugar de las listas de libros más vendidos del Reino Unido y salieron como rosquillas en Estados Unidos y otros países anglosajones.

Ahora Stewart acaba de publicar A Parrot in the Pepper Tree, la segunda entrega de sus aventuras en El Valero, y desde Lanjarón a Trevélez, pasando por Orgiva y el Barranco del Poqueira, miles de británicos, australianos, estadounidenses, y escandinavos recorren este verano La Alpujarra con ese texto o su predecesor en la mano. Es de rigor, pues, la alusión a Brenan, el inglés que se instaló en Yegen en los años veinte del pasado siglo, dio a conocer al mundo La Alpujarra con Al sur de Granada y sobre el que se rueda ahora una película. Pero a Stewart, que llegó a esta comarca granadina tras leer a Brenan, esa comparación le parece una blasfemia. 'Brenan', dice, 'era un genio y un erudito; yo sólo soy un payaso. El oficio de Brenan era investigar y escribir; el mío es entretener'.

Stewart es, en verdad, un tipo muy entretenido. Aunque se ha convertido en un verdadero alpujarreño al que todo el mundo llama Cristóbal, mantiene dos rasgos muy característicos de su pueblo: el espíritu aventurero -ahora sueña con repetir en Marruecos la experiencia de El Valero- y un sentido del humor que se ceba ante todo en él mismo. Nacido hace 51 años, Stewart fue, entre otras cosas, batería del grupo Génesis, músico del circo de Sir Robert Fosset, esquilador de ovejas en Suecia, tripulante de un yate en Grecia y estudiante de aviación en Los Ángeles y de cocina en Francia. Pero El Valero, proclama, fue su epifanía. Primero le convirtió en campesino y pastor; luego en escritor.

Hoy se puede llegar a este cortijo en todoterreno -por un camino de tierra que abrió el inglés- y uno se encuentra aquí con agua corriente -traída desde una fuente-, electricidad -producida por placas solares- y teléfono -un sistema inalámbrico subvencionado por la Junta de Andalucía-. También con hermosos campos de naranjos, limoneros, olivos, almendros y albaricoques, y huertas con tomates, berenjenas, ajos, cebollas, calabazas, fresas y alfalfa. Son unos terrenos pedregosos y difíciles, que Stewart y Ana han regado con litros y litros de sudor, y al que un muy verosímil espantapájaros intenta proteger de la voracidad de los pájaros.

Almuerzo con Chris y Ana Stewart en el tinao o porche cubierto del cortijo. Hasta este oasis de sombra y frescura no llegan los balidos de las ovejas del inglés -que introdujo en esta comarca la máquina de esquilar- ni los quiquiriquís de las gallinas. A excepción de las moscas, a las que nadie ha dado permiso, sólo los animales domésticos merodean por el tinao y alrededores. A pocos metros andan sueltas las yeguas Lola y Colina, y entre nuestras piernas sestean la perra Bonca y un par de gatos. Pero el príncipe es, indudablemente, Porca, una cotorra macho cuya súbita aparición en El Valero inspiró el título y algunos de los pasajes más divertidos del segundo libro de Stewart.

Ninguna editorial española se ha interesado hasta ahora por la traducción de los libros de Stewart sobre la vida en La Alpujarra. El inglés lamenta que sus amigos y vecinos se vean así privados de conocer de primera mano lo que él cuenta de ellos, que, muy al estilo inglés, es tanto lo bueno como lo malo. Por lo demás, se toma este asunto con filosofía. Con esa filosofía de la cita en castellano de Cicerón que ha hecho grabar en un azulejo del tinao: 'La agricultura es la profesión propia del sabio'. '¿Y qué es un sabio y qué es un tonto?', le pregunto. Rumia mentalmente y termina respondiendo así: 'El tonto es el que ha pasado todo el almuerzo intentando averiguar qué es la sabiduría y no ha encontrado la respuesta'.

Descalzo, con pantalón corto y camiseta blanca, Stewart cuenta que sus libros de viajes favoritos son The Road to Oxiana, el relato de una expedición a Persia y Afganistán de Robert Byron, y As I walked out One Midsummer Morning, las andanzas españolas, desde Vigo a las costas andaluzas, de Laurie Lee. 'Son inigualables', dice. De los contemporáneos le divierte mucho Bill Bryson. 'Es un humorista fenomenal, pero no he conseguido jamás terminar uno de sus libros. Uno ya está muerto de risa a las sesenta páginas'.

Hace unos días, Stewart se encontró en las calles de Orgiva con un compatriota que le espetó: 'Chris, ya va siendo hora de que te encuentres un trabajo serio'. Él lo interpretó como un gran piropo. 'Jamás hemos logrado sacarle un céntimo a la agricultura; nos ha dado sólo para nuestro propio consumo', dice. 'Antes obtenía algo de dinero vendiendo mis ovejas o esquilando con mi máquina las de otros pastores alpujarreños, y ahora he conseguido un poco más con los libros. A mí me parece maravilloso el no tener un trabajo serio. Me permite vivir en un sitio donde los árboles silvestres son granados, higueras y moreras, donde he conseguido criar una familia en un ambiente de felicidad que no sé qué hemos hecho para merecer'.

Unas aceitunas curadas en naranjas han sido el aperitivo del almuerzo. Las prepara Ana y son deliciosas. Aunque ya estamos en los postres, Stewart coge la última aceituna que quedaba en el platillo, la de la vergüenza, y la olisquea. 'Mi mayor placer', dice, 'es el olor y la belleza del azahar'. Vuelve a espantar las moscas y en un tono muy reflexivo, como si fuera la verdad definitiva de su existencia, añade: 'Nunca volvería a Inglaterra; no puedo pensar en vivir en un sitio sin naranjos'.

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