Columna

Señales de alarma

El pasado viernes, en la tertulia de Canal Sur dirigida por Tom Martín Benítez, comentaba Arturo Moya que le estaba empezando a recordar la posición política del PP respecto de Andalucía a la posición de UCD en el momento fundacional de la comunidad autónoma. La política de agresión a Andalucía desde el Gobierno de la nación, decía él, está empezando a ser tan injustificable en este momento como lo fue la del Gobierno de UCD hace más de 20 años. Y si es verdad que lo que está en juego ahora no es lo mismo que lo que estuvo en juego en el referéndum del 28-F, no lo es menos que llueve sobre moj...

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El pasado viernes, en la tertulia de Canal Sur dirigida por Tom Martín Benítez, comentaba Arturo Moya que le estaba empezando a recordar la posición política del PP respecto de Andalucía a la posición de UCD en el momento fundacional de la comunidad autónoma. La política de agresión a Andalucía desde el Gobierno de la nación, decía él, está empezando a ser tan injustificable en este momento como lo fue la del Gobierno de UCD hace más de 20 años. Y si es verdad que lo que está en juego ahora no es lo mismo que lo que estuvo en juego en el referéndum del 28-F, no lo es menos que llueve sobre mojado. Son demasiados ya los años de agresión a Andalucía por parte de la derecha española y es muy difícil conseguir que, salvo los miembros de aparato o los hooligans del PP, haya alguien que pueda no ya justificar sino no sentirse avergonzado por la política andaluza del PP. Aquí es donde Arturo Moya insistía en que veía la similitud entre la situación de entonces y la de ahora. La derecha española o, mejor dicho, el centro-derecha español no supo qué hacer con Andalucía hace más de 20 años y sigue sin saber qué hacer ahora. Si los afiliados y cuadros de UCD se avergonzaron de la política andaluza que puso en práctica la dirección nacional en 1980, y en consecuencia, no pudieron defenderla, es más que probable que los afiliados y cuadros del PP se empiecen a avergonzar de la política que se está poniendo en práctica respecto de Andalucía. Y así no se puede ir a ninguna parte. Es posible e incluso probable que las consecuencias no sean tan dramáticas para el PP como fueron para UCD, pero la dirección nacional y andaluza del PP están jugando con fuego. Pues pocas cosas hay peores en una sociedad democrática que hacer que los afiliados y votantes pasen vergüenza por la política de su partido.

La política andaluza del PP es un 'quemadero' para todos sus dirigentes regionales. No hay ninguno capaz de mantenerse con dignidad en el ejercicio de su responsabilidad

Y es difícil que los afiliados y votantes del PP puedan reconocerse y defender la política de la dirección de su partido respecto de Andalucía. ¿Cómo se puede justificar que Andalucía siga siendo la única comunidad autónoma que no ha recibido todavía la transferencia de las políticas activas de empleo, a pesar de que tiene asumida la competencia en el Estatuto de Autonomía y hay compromisos contraídos por el Gobierno de la nación para transferirla? ¿Cómo se puede justificar que nadie en la dirección del PP haya desautorizado al diputado por Córdoba, Rafael Merino, que afirmó en el pleno del Congreso de los Diputados que no se producía dicha transferencia porque la Junta de Andalucía estaba gobernada por los socialistas? ¿Cómo se puede justificar que nadie haya corregido al ministro de trabajo, Juan Carlos Aparicio, que ha explicado la supresión del PER mediante el decretazo como una forma de acabar con 'la indolencia' de los andaluces? ¿Cómo se puede justificar que Javier Arenas amenazara que la huelga general convocada para el próximo día 20 tendría consecuencias irreparables para la imagen de Sevilla, responsabilizando de ello a las autoridades políticas andaluzas en general y sevillanas en particular? ¿Cómo se puede justificar que Javier Arenas y Rafael Hernando estén calificando un día sí y otro también al presidente de la Junta de Andalucía como el presidente del comité de huelga?

Y llueve sobre mojado. Las agresiones de estos últimos días a las que acabo de referirme, son la continuación de las que se produjeron con la negativa del presidente José María Aznar a recibir al presidente Manuel Chaves, con el no reconocimiento del censo a efectos de la financiación de la comunidad autónoma o con el boicoteo a la aplicación de la Ley de Cajas de Ahorro de Andalucía, por sólo citar algunas. No hay ninguna comunidad autónoma que haya sufrido una agresión tan permanente por parte de los gobiernos del centro-derecha español como la que ha padecido Andalucía. Parecería que el centro derecha español no es capaz de articular una política que no sea la de intentar quebrar la voluntad de los ciudadanos expresadas en las urnas mediante medidas de castigo.

Los resultados de la política seguida hasta el momento están a la vista. El PP está consiguiendo que sus candidatos a la presidencia de la Junta de Andalucía acaben quedando inhabilitados para hacer política en la comunidad autónoma. ¿Quién se acuerda ya de Antonio Hernández Mancha o de Gabino Puche? ¿Por qué tuvo que salir huyendo de Andalucía Javier Arenas y no está dispuesto a volver? ¿No lleva el mismo camino Teófila Martínez?

La política andaluza del PP se está convirtiendo en un quemadero para todos sus dirigentes regionales. No hay ninguno que sea capaz de mantenerse con dignidad en el ejercicio de su responsabilidad. La dirección nacional no tiene el más mínimo empacho en desautorizarlos, a veces sin miramiento de ningún tipo, como le acaba de ocurrir a Teófila Martínez que estaba hablando de las propuestas que iba a hacer para mejorar el proyecto de ley sobre reforma del mercado de trabajo cuando el Gobierno lo estaba aprobando por decreto-ley. O como le ocurrió con el rescate de la autopista Sevilla-Cádiz.

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Creo que el PP haría bien en tomarse en serio la advertencia de Arturo Moya que sabe bien de que está hablando. Si el centro derecha andaluz no es capaz de elaborar una política propia para la comunidad autónoma y sigue siendo una mera sucursal de la dirección nacional, es probable que entre en una fase de deterioro notable. Las luces de alarma se están encendiendo.

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