Columna

'Mobbing'

Desde hace algún tiempo me han venido llamando la atención algunos tipos de conductas, especialmente aquéllas dirigidas a conseguir el rebajamiento absoluto, y la pérdida total de estima del vecino, o de la vecina. La razón no es otra, sino la de intentar comprender cómo era posible que este tipo de individuos que, generalmente, son inseguros y débiles, podían llegar a conseguir la destrucción de personas que cuentan con una fortaleza superior a la suya; también conocer la reacción de la sociedad frente a estos comportamientos.

Lo cierto es que, la respuesta, no era difícil. El ejercici...

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Desde hace algún tiempo me han venido llamando la atención algunos tipos de conductas, especialmente aquéllas dirigidas a conseguir el rebajamiento absoluto, y la pérdida total de estima del vecino, o de la vecina. La razón no es otra, sino la de intentar comprender cómo era posible que este tipo de individuos que, generalmente, son inseguros y débiles, podían llegar a conseguir la destrucción de personas que cuentan con una fortaleza superior a la suya; también conocer la reacción de la sociedad frente a estos comportamientos.

Lo cierto es que, la respuesta, no era difícil. El ejercicio, de esta violencia de los débiles, era posible gracias a su posición de fuerza. Se ha visto -y se ve- en los casos de agresión doméstica. Una situación de la que es complicado zafarse, pues se comete sobre personas que no tienen recursos, y bajo la mas absoluta privacidad. De ahí que, la salida a luz en muchos de estos casos, haya hecho posible que la sociedad tome conciencia del problema, y se incorporen normas de protección.

Sin embargo, estas conductas, que parecían constreñidas al ámbito estrictamente familiar, se están extendiendo. Se dan, y cada vez con más frecuencia, en otros lugares. Son, algo así, como si fueran por barrios. Hoy aquí; mañana allí y, después, aquí, y allí. El ámbito empresarial privado es uno de estos espacios, en los que el mobbing comienza a ser una realidad cotidiana. De nuevo, la dependencia económica y el silencio cómplice de sociedad, y compañeros de trabajo, hace que estos agresores, pacientes eternos de la siquiatría por sus complejos, puedan seguir actuando. Una epidemia que también afecta al sector público.

La sentencia de un juzgado de Jaén, por la que se condena a la Universidad de esta ciudad, en un caso de mobbing, justifican esta afirmación.

Es posible que, como en la violencia doméstica, el conocimiento público de los agresores sea tan necesario para su solución, como la sensibilización de la sociedad. Claro que tampoco estaría de más que, cuando se conozca quien ejecuta este tipo de actos, sea quien haga frente a los daños que cause, sin utilizar dinero, ni recursos públicos, para reparar y tapar las vergüenzas, de quienes actúan en contra de los intereses que representan.

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