LA VENTANA DE MILLÁS

Un Tipo

Era bastante imbécil. Trabajaba en uno de esos parques temáticos. En invierno se vestía de Silvestre y en verano de Piolín. Los psiquiatras le diagnosticaron síndrome de doble personalidad. Era bastante imbécil. Sonreía dentro de la careta cuando le hacían una foto. Murió el año pasado. Un chaval de once años con pelo largo y ojos guionados le prendió fuego a la poliamida con la punta de un cigarro. El pobre imbécil se pasaba la mitad de un año persiguiendo y la otra mitad perseguido; la mitad de un año de blanco y negro y la otra mitad de amarillo y naranja. Cada uno de esos trajes representa...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Era bastante imbécil. Trabajaba en uno de esos parques temáticos. En invierno se vestía de Silvestre y en verano de Piolín. Los psiquiatras le diagnosticaron síndrome de doble personalidad. Era bastante imbécil. Sonreía dentro de la careta cuando le hacían una foto. Murió el año pasado. Un chaval de once años con pelo largo y ojos guionados le prendió fuego a la poliamida con la punta de un cigarro. El pobre imbécil se pasaba la mitad de un año persiguiendo y la otra mitad perseguido; la mitad de un año de blanco y negro y la otra mitad de amarillo y naranja. Cada uno de esos trajes representaba una personalidad y una temporada, igual que el olor a pipas impregnaba sus tardes de domingo. Su pobre mujer guarda el único traje de trabajo dentro del ropero, en un sepulcro hecho con miles de bolitas de alcanfor, como si fuera un monumento marca ACME. Murió en verano, así que es Silvestre el que yace en el armario.

Archivado En