Columna

Devolución

Las decisiones políticamente arriesgadas, las que ponen fin a tiempos de conflicto y crispación, cuando vienen de la mano de partes hasta la víspera enfrentadas suelen despertar en los cómodamente instalados en el conflicto reacciones tópicas que, por sabidas, no dejan de precisar de la atención de quienes con sus pactos las creen inocuas.

En el dilatado conflicto lingüístico que constituyó un verdadero lastre para el tiempo apto al despegue de los ámbitos de uso del valenciano y la normativización de su koiné, es decir, desde el día siguiente a la muerte del general Franco hasta la apr...

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Las decisiones políticamente arriesgadas, las que ponen fin a tiempos de conflicto y crispación, cuando vienen de la mano de partes hasta la víspera enfrentadas suelen despertar en los cómodamente instalados en el conflicto reacciones tópicas que, por sabidas, no dejan de precisar de la atención de quienes con sus pactos las creen inocuas.

En el dilatado conflicto lingüístico que constituyó un verdadero lastre para el tiempo apto al despegue de los ámbitos de uso del valenciano y la normativización de su koiné, es decir, desde el día siguiente a la muerte del general Franco hasta la aprobación del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, un periodo, pues, de no menos de siete años, e incluso hasta el final de la primera legislatura de las Cortes Valencianas -más de una década en total-, la entronización del valenciano en la nueva legalidad se vio drásticamente discutida a cuenta del conflicto.

La fuerza social de la reivindicación, la radical novedad de su oficialización y su alianza con el proceso democrático y de recuperación del autogobierno encontraron en la división sobre la identidad idiomática el cómplice perfecto para que el tiempo acabase haciendo todo lo demás.

Cuando el cansancio, la frustración y el sentido común dictaron que de no mediar un pacto generoso entre las partes enfrentadas la división acabaría enterrando el futuro de la lengua propia de los valencianos como vehículo normal de comunicación la acogida fue fría, distante y, en muchos ámbitos ni siquiera tenida en cuenta.

Casi un año después de la constitución de la AVL, determinados episodios protagonizados por ésta y la actitud siempre reticente de quienes vivieron y viven cómodamente instalados en el estéril y suicida conflicto hacen que se aproveche cualquier diferencia en su seno para volver impunemente a lo de siempre, a su descalificación, o, cuanto menos a su minimización. Por ello, y a la vista de la asintonía que se ha podido destilar entre los ritmos y proyectos inmediatos de la AVL y las declaraciones a veces desestabilizadoras, a veces de propósitos peligrosamente vecinos al desapoderamiento del Consell de la Generalitat en una materia que ya es competencia exclusiva de la AVL, dictada por una Ley del Parlamento Valenciano, es menester advertir que como celebración del primer aniversario de su constitución quizás sería interesante que al acuerdo operativo sobre la ortografía de trabajo de la AVL se uniese una declaración expresa, política, desde luego, y no legal -porque ésta debería haber hecho a aquélla innecesaria- de los actores del pacto en el sentido de admitir definitivamente devuelta la competencia lingüística al órgano creado para ello.

Es decir, que tanto los dos partidos mayoritarios que pactaron la ley que crea la AVL (PP y PSOE) cuanto el propio Gobierno de la Generalitat (PP) hagan de verdad efectiva esta Devolution Law de la política a la cultura que encarna la AVL, asumiendo una fecha próxima e ineludible para declarar la mayoría de edad de la Acadèmia y abandonen las tentaciones de no dejar de ejercer tutela política sobre los designados, porque de lo contrario tergiversan sus propios actos y abonan ¿inconscientemente? las tesis de los detractores: hacer ver a la AVL como una delegación tutelada de lo político sin criterio propio, y dependiente hasta en el más mínimo detalle de los dicterios de sus jefes políticos.

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Vicent.franch@eresmas.net

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