OPINIÓN DEL LECTOR

Los otros

En las corporaciones locales, como en cualquier ámbito de la Administración, el uso patrimonialista del poder difumina la frontera entre lo público y lo privado, acaparando los recursos que, institucionalmente, entrega el ciudadano a todos sus representantes para la defensa de sus intereses.

Como efecto perverso de este abuso de poder se produce la marginación de los concejales de la oposición, convirtiéndolos en extraños, cuando no enemigos, del sistema, impidiendo su derecho-deber de control del poder, al relegarlos -como en la película de Amenábar Los otros- a la condición de ...

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En las corporaciones locales, como en cualquier ámbito de la Administración, el uso patrimonialista del poder difumina la frontera entre lo público y lo privado, acaparando los recursos que, institucionalmente, entrega el ciudadano a todos sus representantes para la defensa de sus intereses.

Como efecto perverso de este abuso de poder se produce la marginación de los concejales de la oposición, convirtiéndolos en extraños, cuando no enemigos, del sistema, impidiendo su derecho-deber de control del poder, al relegarlos -como en la película de Amenábar Los otros- a la condición de entes, sin sustrato material alguno para poder ejecutar sus funciones. Quienes detentan el poder invocan como coartada a las mayorías, reales o inventadas, sobre las que se sustentan, para limitar los derechos constitucionales de las minorías.

En las corporaciones locales, los ilegítimos métodos del poder se traducen en impedir el acceso de la oposición a la información municipal, o a los órganos colegiados, y en los casos más graves, como Hoyo de Manzanares, eliminan, además, las competencias del pleno en favor del Gobierno, incluido el ejercicio de las acciones judiciales y la defensa jurídica de la Corporación en materias de competencia plenaria. Así, se da la paradoja de que la oposición no puede emprender las acciones judiciales necesarias para la defensa de sus votantes.

En estas condiciones de menoscabo institucional, es muy de agradecer que los medios de comunicación apuesten por la ética y sirvan de altavoz y contrapunto al déficit democrático que padecemos en muchos Ayuntamientos.

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