Columna

Spanglish gibraltareño

Si yo fuera Piqué (¡qué horror!), dejaría el contencioso de Gibraltar en manos de los linenses y otros vecinos de la zona. Seguro que se resolvía mucho antes de lo que cabe esperar de la diplomacia europea, de la rara amistad entre Aznar y Blair (Dios los cría...) , y de las reticencias de los llanitos. Por ejemplo, en el 2013, a los tres siglos justos del tratado de Utrech, que ya está bien. ¿Cómo? Pues por la misma vía por la que se produjo hace tiempo la fusión lingüística, burla burlando toda suerte de controles fronterizos. Hace un par de meses el cronista anduvo por allí, a vueltas con o...

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Si yo fuera Piqué (¡qué horror!), dejaría el contencioso de Gibraltar en manos de los linenses y otros vecinos de la zona. Seguro que se resolvía mucho antes de lo que cabe esperar de la diplomacia europea, de la rara amistad entre Aznar y Blair (Dios los cría...) , y de las reticencias de los llanitos. Por ejemplo, en el 2013, a los tres siglos justos del tratado de Utrech, que ya está bien. ¿Cómo? Pues por la misma vía por la que se produjo hace tiempo la fusión lingüística, burla burlando toda suerte de controles fronterizos. Hace un par de meses el cronista anduvo por allí, a vueltas con otros menesteres limítrofes, relacionados precisamente con la oralidad, y se trajo un acopio de palabras y expresiones mixtas, del spanglish gibraltareño, que por sí solas merecerían un estudio minucioso, amén de divertido. Ya el Centro de Profesorado de la zona editó hace algún tiempo una especie de prontuario con el que manejarse por los vericuetos de esta modalidad de roce idiomático, que es la base de toda una chistología al uso, a partir de aquella famosa fórmula para ligar: When you pound?, ¿Cuándo libras? Pero sólo de lo que se pegó a la oreja, vean algunos ejemplos reales.

Si una chica anda buscando ropa inglesa en la Roca, probablemente preguntará por un vestido pichigüey (Prince of Wales), o un yelzi (jersey), incluso en su forma diminutiva: yelzilito. Aunque puede que termine inclinándose por otra cosa, según escuché tal cual: 'Ar finá m´e comprao un pinchir (pink shirt, blusa rosa) p´ancima los yin' (para encima de los jeans, vaqueros). (Es obvio que la mezcla se produce desde el andaluz, no desde el estándar madrileño, faltaría más). Claro que a lo mejor la joven se ha gastado más de la cuenta y cuando llegue a su casa y muestre el manibac (la vuelta, money back) su madre le eche una apología (una regañina). 'Te espero en La Focona', le dirá otro día a una amiga ingleza. (La Focona, por si no lo han adivinado, es The Four Corners). Allí la ingleza le presentará a un muchacho de buen ver que es chifilehtri ('chief electric', jefe electricista), con el que acabará intercambiando unos chinga (chewing gun, chicles). ¿'Cuándo te vas de jolidei (vacaciones)?, preguntará el otro, por romper el hielo. Y así la tarde irá declinando sobre el Peñón (verdadera pedrada que nos llega desde una historia absurda), entre las voces mestizas de los niños de un lado y de otro, que juegan a los meblis (marbles, canicas) intercambiando también chucherías, como likirbá (liquid bar, regaliz). Y así, todo.

Si yo fuera Aznar (what a horror!) promovería fondos comunitarios para proyectos conjuntos, empezando por los lingüísticos, que son los que traman verdaderas relaciones humanas. Por ejemplo, encargándole a Benito Zambrano una película de amores mixtos hispano-gibraltareños, en el habla mestizo-natural de la zona. O un estudio hermanado de las aves de paso entre el Campo de Gibraltar y África, cuando frenan su vuelo, entre septiembre y octubre, no sé si al contemplar la extraña mole, o extrañadas de que nadie les ponga por allí frontera alguna.

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