FRANKFURTER ALLGEMEINE | REVISTA DE PRENSA

Después de Kirch

La inevitable insolvencia del grupo de medios de comunicación de Kirch es, en primer lugar, una victoria de la razón de la economía de mercado sobre el cálculo político, la factura de un error de cálculo empresarial. Todavía es demasiado pronto para concluir que este colapso, la mayor bancarrota de la República Federal desde el fin de la guerra, supone el fin de Alemania, SA, en el mercado de los medios electrónicos de comunicación. Ahora igual que antes, el mercado de los medios electrónicos está estrictamente regulado, lo que ha contribuido a la caída del imperio de Kirch. Ahora igual que an...

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La inevitable insolvencia del grupo de medios de comunicación de Kirch es, en primer lugar, una victoria de la razón de la economía de mercado sobre el cálculo político, la factura de un error de cálculo empresarial. Todavía es demasiado pronto para concluir que este colapso, la mayor bancarrota de la República Federal desde el fin de la guerra, supone el fin de Alemania, SA, en el mercado de los medios electrónicos de comunicación. Ahora igual que antes, el mercado de los medios electrónicos está estrictamente regulado, lo que ha contribuido a la caída del imperio de Kirch. Ahora igual que antes, el Estado sigue implicado, con el Bayerische Landesbank como principal acreedor. Y el hecho de que el canciller Schröder haya ofrecido entretanto la ayuda del Gobierno alemán al estilo del caso Holzmann habla por sí solo. Es obvio que aquí no se trata únicamente de política industrial, sino también de política de medios de comunicación. (...) Aunque en los medios de comunicación privados lo que importe sea ante todo el beneficio y el entretenimiento, no es ningún secreto que el campo conservador se encontraba bien tratado por Kirch y el socialdemócrata por Bertelsmann.

Todo esto explica el malestar dentro del oligopolio televisivo y de la política respecto al futuro después de Kirch, que posibilita una apertura del mercado alemán a la competencia extranjera. A uno no tienen por qué gustarle ni Berlusconi ni Murdoch, pero el que los políticos hablen del peligro de alienación y decadencia cultural no es más que hipocresía descarada. (...)

Francfort, 9 de abril

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