Columna

Santidad de lo concreto

Sigue adelante la Conferencia de Elkarri. Su proyecto (una palabra, un folio, un libro, un dossier, buen marketing) es publicar sus conclusiones, allá por mayo. El estado de la sociedad en este rincón de Europa es tan 'catatónico', que todo lo que se haga en cualquier dirección, será poco. De manera que sobran apriorismos o recusaciones de papel. Nada me interesan -ya no- sambenitos como 'terceravías' y otros. Y no es cosa de caer en posiciones relativistas ('gato blanco, gato negro...', y todo aquello; 'nada importa con tal de salir de ésta'), sino que, nobleza obliga. Y cuando ...

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Sigue adelante la Conferencia de Elkarri. Su proyecto (una palabra, un folio, un libro, un dossier, buen marketing) es publicar sus conclusiones, allá por mayo. El estado de la sociedad en este rincón de Europa es tan 'catatónico', que todo lo que se haga en cualquier dirección, será poco. De manera que sobran apriorismos o recusaciones de papel. Nada me interesan -ya no- sambenitos como 'terceravías' y otros. Y no es cosa de caer en posiciones relativistas ('gato blanco, gato negro...', y todo aquello; 'nada importa con tal de salir de ésta'), sino que, nobleza obliga. Y cuando tanta gente trabaja en una dirección, un respeto mínimo exige aguardar a que concluyan. Conoceremos las conclusiones y las valoraremos. Naturalmente.

Sin embargo, hay cuestiones que se plantean en torno a esa Conferencia que me llevan a la reflexión. Se repite que no se trata de trabajar en una solución más o menos elaborada al actual estado de cosas sino de buscar 'una metodología para la resolución del conflicto'. No entraré aquí en si hay 'conflicto' o no, o cuál es el conflicto verdadero (como el amor). No. Sino en la idea de que se pueda, es posible, dar con la piedra filosofal, con 'una metodología' definitiva (o casi).

Excuso decir que no lo creo. Pero veamos cuál es la matriz intelectual de esta discrepancia ('va de retro', que diría Corcuera). Cuando alguien va a injertar, pongamos, una rama de fresno de flor o un ginkgo en un abedul, sabe el corte que tiene que hacer en la rama y en el árbol, que el cambium de ambos (esa parte sensible de la corteza en la que circulan los fluidos de las plantas) deberá de coincidir, que al hacer el acodo deberá uno cortar sólo la corteza y el floema, ¡nunca más allá!, para que la sabia fluya. (Rudimentos mal adquiridos en un curso de iniciación al arte del bonsai. Esperemos que no lea esto el profesor.) Para un manzano en un peral, es parecido. O, si uno quiere que un coche ande, debe echarle gasolina. (Esto lo sé por experiencia.)

En fin, todas estas leyes generales funcionan en las habilidades técnicas de uno u otro orden. También en las ciencias experimentales y en las exactas (dos más dos deben ser cuatro, o, si no es una paradoja para la elucubración). Pero, ¿funciona con las sociedades? No lo creo. Si junta usted un hombre y una mujer, tendrá usted bebés. ¿Cierto? Depende. Siempre depende. Depende de las circunstancias. Con las sociedades ocurre otro tanto: ocurre que son imprevisibles.

La cosa no es menor. No vayan ustedes a creer. Fíjense que llevó a Althusser (el filósofo de moda en los sesenta) a asesinar a su mujer y a la locura (o viceversa). Él hizo del marxismo (un conocimiento sobre la sociedad) una jerigonza inútil cargada de teoría. Más en serio (si es que no fuera serio lo anterior). Los universales, las leyes, apenas sirven para conocer las sociedades. Cuenta lo concreto, lo particular. Dos vecinos discuten: ¿quién lleva razón?. Uno vive arriba otro abajo, el uno es moreno y el otro rubio. Ambos son pasionales. Uno sacude la alfombra; el otro también. ¿Quién lleva razón? El de abajo, podría decirse. Pues no, me dijo un amigo recientemente. Resulta que ambos son del mismo pueblo, y la novia de uno acabó siendo mujer del otro. La vida del hombre y de las sociedades es un cúmulo de particularidades, de casos concretos. Las teorías, los métodos, no son capaces de sustanciar la complejidad de la acción humana y la 'lógica' de las sociedades. ¿Sólo la poesía? No lo sé. Pero, como William Blake, me quedo con 'la santidad de lo minúsculo y concreto'.

Uno quisiera creer que existe 'un método', una fórmula general, para liquidar a la serpiente, para evitar que vaya depositando sus huevos aquí y allá. Uno quisiera creer (porque le daría cierta paz, una seguridad interior). Pero no hay método -desengañémonos-, no hay un universal. Elkarri busca la piedra filosofal sin percatarse de que no existe.

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Lo que cuenta es negar y combatir a la serpiente. En concreto, allá donde surja y en todas las maneras imaginables. Cuenta la voluntad del hombre libre, del hombre, y no 'un método'. Esto sí es un universal. Uno de los pocos y poderosos universales que conciernen al hombre, al hombre libre. ¿Sabremos adoptarlo?

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