La fiesta de las seis pastillas

El encuentro 'rave' de Granada se salda con una pobre incautación y menos de un millar de asistentes

Seis pastillas de éxtasis, tres dosis de cocaína, seis gramos de cáñamo y 18 denuncias por tenencia de droga. Este es el balance de la fiesta tecno celebrada el sábado en Granada, a la que se esperaban a miles de amantes de la música electrónica, convocados a través del canal de chat Pastilleros. A la hora de la verdad se reunieron en la sala Industrial Copera menos de mil jóvenes que fueron registrados exhaustivamente por la Guardia Civil.

Los 50 agentes, la decena de vehículos de la Guardia Civil y los cuatro controles previos a la entrada de la sala debieron de p...

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Seis pastillas de éxtasis, tres dosis de cocaína, seis gramos de cáñamo y 18 denuncias por tenencia de droga. Este es el balance de la fiesta tecno celebrada el sábado en Granada, a la que se esperaban a miles de amantes de la música electrónica, convocados a través del canal de chat Pastilleros. A la hora de la verdad se reunieron en la sala Industrial Copera menos de mil jóvenes que fueron registrados exhaustivamente por la Guardia Civil.

Los 50 agentes, la decena de vehículos de la Guardia Civil y los cuatro controles previos a la entrada de la sala debieron de persuadir a muchos de los que pretendían acudir a la fiesta y sobre todo a aquellos que normalmente hacen negocio con el tráfico de pastillas de éxtasis.

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El operativo montado por la Guardia Civil para controlar esta fiesta que tantas expectativas había suscitado superó todas las previsiones, incluso las de los propietarios de la sala. 'Yo no he visto un control similar ni en festivales de 18.000 personas', decía asombrado, Juan Carilla, uno de los organizadores.

En la entrada de la calle donde se encuentra el local daba la bienvenida a los asistentes un agente de la Guardia Civil parapetado entre dos vehículos. Su misión era la de controlar el número de personas que entraban y cortar el paso una vez que llegaran a mil, que es el aforo de la sala.

Desde la calle principal los vehículos pasaban al aparcamiento donde los jóvenes aseguran que otras noches consiguen pastillas sin ningún esfuerzo e incluso se las ofrecen. Pero el sábado no fue así. Cada coche o persona que se acercaba hasta allí era registrado primorosamente. Los vehículos hacían cola para situarse en el lugar donde los agentes hacían bajar a sus ocupantes, abrían el maletero y miraban hasta el último rincón del interior. 'En cuanto encontramos cualquier producto que nos parece sospechoso, aunque no sepamos lo que es, se requisa y se anotan los datos de su propietario por si el análisis posterior indica que es un estupefaciente', explicaba Andrés Pérez, teniente de la Comandancia de Armilla.

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Mientras los agentes y los perros se afanaban en el registro de los vehículos cada persona tenía que subir a una tarima para ser cacheada. El que era sorprendido con algo sospechoso pasaba al despacho: una furgoneta de color verde intenso donde se le hacían todas las preguntas pertinentes. 'Vaya marrón. Por una pizca de maría me han tenido media hora y encima me quedo sin ella', confesaba irritado uno de los que pasaron por el furgón.

El amarillo intenso de los chalecos refletantes del medio centenar de agentes que se concentraban en apenas 200 metros cuadrados no era lo único que deslumbró a los sorprendidos asistentes. Los focos de una decena de cámaras fotográficas y de televisión también agregaron espectacularidad al acontecimiento. La mayor parte de los jóvenes asistentes se camuflaba entre los coches del aparcamiento. El portavoz de un grupo visiblemente enfadado decía: 'no entiendo como están aquí las cámaras. Mi padre no sabe que estoy aquí y si me ve no me deja salir por el resto de mi vida'.

Otros no parecían tener esos problemas y sonreían a las cámaras mientras entraban al recinto cual estrellas de cine en una prestigiosa entrega de premios. Pero la típica alfombra roja de ese tipo de eventos era en esta ocasión un pasillo de vallas metálicas.

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