Reportaje:RAICES

La ribera del Guadaíra, imán de pintores

Juan Lacomba rescata casi un centenar de pinturas y dibujos del 'pleinairismo' sevillano

El paisaje de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), las riberas de su río salpicadas de molinos árabes o las ruinas del castillo, se convirtió a finales del siglo XIX en una gran escuela de pintura al aire libre.

Los viajeros románticos franceses e ingleses, como David Roberts, se inspiraron en sus perfiles para crear los típicos grabados en los que se mostraba una Andalucía de bandoleros refugiados en cuevas. Una imagen idealizada tan alejada de la realidad como la historia de Carmen que escribió Mérimée. Los pinceles de Fortuny y Madrazo recogieron el testigo de los viajeros románticos...

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El paisaje de Alcalá de Guadaíra (Sevilla), las riberas de su río salpicadas de molinos árabes o las ruinas del castillo, se convirtió a finales del siglo XIX en una gran escuela de pintura al aire libre.

Los viajeros románticos franceses e ingleses, como David Roberts, se inspiraron en sus perfiles para crear los típicos grabados en los que se mostraba una Andalucía de bandoleros refugiados en cuevas. Una imagen idealizada tan alejada de la realidad como la historia de Carmen que escribió Mérimée. Los pinceles de Fortuny y Madrazo recogieron el testigo de los viajeros románticos hasta que, en 1880, el pintor sevillano Emilio Sánchez Perrier sentó las bases del pleinairismo (pintura al aire libre).

La Escuela de Alcalá de Guadaíra y el paisajismo sevillano. 1800-1936 es la primera exposición que analiza este movimiento y que le otorga la importancia que tiene dentro de la historia del arte español. La exposición, que se inauguró ayer en la Casa de la Provincia de Sevilla, reúne 80 óleos y 23 dibujos, todos desconocidos para el público salvo cuatro pinturas y ocho dibujos prestados por el Museo del Prado y el de Bellas Artes de Sevilla.

'La clave del reconocimiento de los pleinairistas que surgieron en Cataluña, en la Escuela de Olot, Valencia, Cantabria o Madrid hay que buscarla en la sociedad. En estas ciudades existía una aristocracia culta y una burguesía pujante que apoyó a sus artistas. Sin embargo, en Sevilla apenas había unos diez seguidores de estos pintores entre la aristocracia. Toda la producción se vendió fuera, en Francia y en América', comenta el pintor Juan Lacomba (Sevilla, 1954), comisario de la muestra.

Lacomba ha realizado, durante cuatro años y por encargo de la Diputación de Sevilla, una labor casi detectivesca para localizar las obras que podrán verse hasta el 7 de abril. El pintor José Pinelo, uno de los discípulos de Sánchez Perrier, ejerció también de marchante de sus colegas, organizando exposiciones en Argentina, México, Uruguay, Brasil y EE UU. De Pinelo es una de las piezas clave de la muestra: Vista panorámica de Alcalá y el castillo desde el cerro de San Roque (1885). 'Casi todas estas pinturas, que se habían vendido en el extranjero, han sido reimportadas por coleccionistas españoles y localizarlas ha sido el gran reto de esta exposición', asegura Lacomba, un artista abstracto conocido a nivel nacional que, además, es un gran especialista en pintura andaluza del XIX.

'El parque de recreo de Sevilla siempre fue Alcalá y la construcción de la vía ferrea que unía al pueblo con la capital en 1873 fomentó ese vínculo ya iniciado con los pintores realistas de mediados del siglo XIX. Hay que recordar que la infanta María Luisa donó el parque a la ciudad en 1893, anteriormente el área de esparcimiento de Sevilla era la ribera del Guadaíra', explica Lacomba.

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Alcalá se consolidó como un centro pictórico en 1890, cuando Sánchez Perrier y Manuel García Rodríguez recibieron la Medalla de la Exposición Nacional de Madrid. Nicolás Alpériz, José Rico Cejudo, José Arpa y Manuel Villalobos son algunos de los más destacados miembros de la Escuela de Alcalá. Su paisaje se convierte en una asignatura obligatoria para los artistas de principios del XX.

La atracción afecta también a los que buscan otros lenguajes como Javier de Winthuyssen, el primer impresionista andaluz, de quien la exposición cuelga dos lienzos, uno de 1906 y otro de 1912.

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