Reportaje:XIX JUEGOS OLÍMPICOS DE INVIERNO | Salt Lake City 2002

Ceremonia de patriotismo

Bush protagoniza una apertura llena de referencias sentimentales al 11-S

La ceremonia de apertura de los Juegos pasará a la historia olímpica por la actuación del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush. Nunca el máximo mandatario de un país había llegado al estadio por la misma pista que los participantes. Ni nunca había declarado abiertos los Juegos entre los atletas y en las gradas. Bush rompió moldes con sus gestos insólitos y campechanos, muy alejados de la ampulosidad olímpica del pasado, y salvó una ceremonia demasiado larga y pesada en folclore.

El presidente llegó por una de las esquinas del estadio para recibir la bandera encontrada en las...

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La ceremonia de apertura de los Juegos pasará a la historia olímpica por la actuación del presidente de los Estados Unidos, George W. Bush. Nunca el máximo mandatario de un país había llegado al estadio por la misma pista que los participantes. Ni nunca había declarado abiertos los Juegos entre los atletas y en las gradas. Bush rompió moldes con sus gestos insólitos y campechanos, muy alejados de la ampulosidad olímpica del pasado, y salvó una ceremonia demasiado larga y pesada en folclore.

El presidente llegó por una de las esquinas del estadio para recibir la bandera encontrada en las ruinas de las Torres Gemelas, que entró por otra. No ondeó, porque está rota. El primer momento patriótico, con la interpretación del himno nacional por el famoso Coro del Tabernáculo Mormón, fue un aperitivo diferente de una ceremonia repetida y copiada tantas veces desde la espléndida de Barcelona 92.

Pero en un gran espectáculo, como pedantemente lo calificó el propio presidente del comité organizador, Mitt Romney , hubiera sobrado algo de patinaje, de baile y de cantantes, que llevaron la ceremonia hasta cerca de tres horas. Sin embargo, fue una noche de gestos en la que se quiso compensar el patriotismo con un toque internacional. La bandera olímpica fue portada por personalidades y atletas de los cinco continentes: el astronauta John Glenn y Steven Spielberg (América), Lech Walesa y Jean Michel Cousteau (Europa), Desmond Tutu (África), la atleta Cathy Freeman (Oceanía) y el saltador de trampolín japonés Kazuyoshi Funaki (Asia).

El final que se suponía se confirmó. Fue el último gesto. La esquiadora Picabo Street y la estrella del hockey hielo femenino, Cammi Granato, subieron hasta el pebetero, donde esperaba Michael Eruzione, el capitán, y todo el legendario equipo de hockey que ganó la final de los Juegos de Lake Placid a la entonces imbatible URSS. Fue la traca final. Todas las manos se unieron para encender la llama olímpica. Tampoco nunca antes un equipo había tenido ese honor.

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