OPINIÓN DEL LECTOR

El cura de Valverde

Al mismo tiempo que el Papa Juan Pablo II pedía, en el Tribunal de la Rota romana, a jueces y abogados católicos que no respeten las leyes sobre divorcio que existan en sus respectivos Estados, el vicario de Valverde del Camino hacía publica su homosexualidad y confirmaba sus practicas sexuales fuera de lo que predica la Iglesia.

El discurso del pontífice se convierte, entre otras cosas, en un alegato delictivo, digno de consideración y estudio por los juristas especializados, mientras que las revelaciones del párroco del Valverde son dignas de mérito, además de muchísima valentía.
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Al mismo tiempo que el Papa Juan Pablo II pedía, en el Tribunal de la Rota romana, a jueces y abogados católicos que no respeten las leyes sobre divorcio que existan en sus respectivos Estados, el vicario de Valverde del Camino hacía publica su homosexualidad y confirmaba sus practicas sexuales fuera de lo que predica la Iglesia.

El discurso del pontífice se convierte, entre otras cosas, en un alegato delictivo, digno de consideración y estudio por los juristas especializados, mientras que las revelaciones del párroco del Valverde son dignas de mérito, además de muchísima valentía.

Resulta esperanzador y clarificador que haya personas integras que reconocen, como lo ha hecho José Mantero, su sexualidad, que la practica y que, a la vez, no me cabe la menor duda, será un buen predicador que estará al lado de su pueblo y de su gente.

Afortunadamente, Juan Pablo II se divorcia de buena parte de la gente cristiana de base, sencillas y normales que están a favor de que las parejas se separen o se divorcien cuando comprueben que no pueden o no quieren vivir juntos. Una de esas personas, seguro, es el vicario de Valverde.

La Iglesia católica se equivoca. Juan Pablo II no está en condiciones para representar una Iglesia que tiene cientos de miles de personas repartidas por todo el mundo, dando ejemplo diario con su trabajo y dedicación abnegada, y que nada tienen que ver con los discursos y proclamas. Oponerse al divorcio o negar la homosexualidad, no sólo es una equivocación, sino que, además, es una enorme contradicción con lo que la propia Iglesia reclama.

Si no estoy confundido, una de las máximas aspiraciones de la fe cristiana es la de conseguir que la gente sea feliz y disfruten de la vida, compartiendo las cosas buenas y desechando lo malo.-

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