Columna

Despensa

Ahora que Europa o una buena parte de Europa es un monedero único, 300 millones, puede que de ciudadanos, pero seguro que de clientes, estarán representados en el frontispicio de su Banco Central, por la imagen de la matrona de esa cúspide de la modernidad que se acuñó en Maastricht, y que ya anda, en carne mortal y aseada, en cualquier cola de cualquier mercado o tienda de la Unión. Aquella mujer de pueblo, casi adolescente por entonces, que llegó a la ciudad, para servir a los señores, jamás pudo imaginar que cumpliría la suprema misión, que le encomendó Ortega y Gasset, sin que nunca le dij...

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Ahora que Europa o una buena parte de Europa es un monedero único, 300 millones, puede que de ciudadanos, pero seguro que de clientes, estarán representados en el frontispicio de su Banco Central, por la imagen de la matrona de esa cúspide de la modernidad que se acuñó en Maastricht, y que ya anda, en carne mortal y aseada, en cualquier cola de cualquier mercado o tienda de la Unión. Aquella mujer de pueblo, casi adolescente por entonces, que llegó a la ciudad, para servir a los señores, jamás pudo imaginar que cumpliría la suprema misión, que le encomendó Ortega y Gasset, sin que nunca le dijera ni una sola palabra. Hoy, a sus 72 años, regenta una casa de huéspedes, decente y muy formal, y disfruta de una salud de hierro. Se la recuerda paseando a los niños del notario, por la glorieta de los mirtos; de limpiadora free lancer, en escaleras de edificios principales, oficinas y comercios; o de cocinera finalmente en una pensión, donde paraban viajantes, contables, vendedores de seguros y un poeta que le dedicaba inspiradas odas a la tortilla de patatas con cebolla.

Se progresaba en la agenda de la modernización, que se inició en la escuela y la despensa, según Joaquín Costa, y que concluye en la europeización. Pero la mujer de pueblo carece de complejos de inferioridad: el hambre no da para la hipocondría de los señoritos, ni para los honorarios del psiquiatra. Para la mujer, el pueblo era la sopa de mendrugos; y la ciudad, la mesa y el mantel. Muy probablemente de ahí salió el filósofo. Hoy, entra al mercado de verduras o a la pescadería, con un móvil en la mano derecha y la calculadora en la otra, y resuelve con precisión. Sabe que circula una nueva moneda, pero no se lía con el cambio. Ignora que, según los padres del invento, ahora es más europea que antes: merece ser la matrona de mármol en bajorrelieve, que luce el frontispicio del Banco Central, pero ni lo sabe ni le importa. Ortega y Gasset dijo: España es el problema, Europa la solución. Sin embargo, a la mujer las grandes frases, le dan risa. Y entre carcajadas, ve cómo se pone la vida.

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