Columna

Solo ante el peligro

Hace algún tiempo, ocuparse de nuestra salud consistía en cuidarnos un poco, contar con la familia para arroparnos en los malos momentos y tener a mano algún médico de confianza. Ahora las cosas son muy distintas, la salud depende de servicios adecuados por parte de la Administración, se relaciona con poderosas industrias y negocios internacionales, necesita una financiación suficiente para la investigación, junto con organizaciones hospitalarias muy complejas. Sin embargo, en este país seguimos pensando que todo este entramado del cuidado de la salud depende exclusivamente del Gobierno y de u...

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Hace algún tiempo, ocuparse de nuestra salud consistía en cuidarnos un poco, contar con la familia para arroparnos en los malos momentos y tener a mano algún médico de confianza. Ahora las cosas son muy distintas, la salud depende de servicios adecuados por parte de la Administración, se relaciona con poderosas industrias y negocios internacionales, necesita una financiación suficiente para la investigación, junto con organizaciones hospitalarias muy complejas. Sin embargo, en este país seguimos pensando que todo este entramado del cuidado de la salud depende exclusivamente del Gobierno y de unos cuantos expertos. Un error que pagaremos cada día más caro.

En un colegio público de Valladolid aparecen más casos de cáncer entre sus alumnos de los que podrían esperarse normalmente. Surge pronto la alarma, pero la respuesta institucional es lenta. El hecho se relaciona con el impacto de 36 antenas de telefonía en un edificio cercano. Después de muchas protestas, un juez obliga a desconectar las antenas y más tarde se cierra el colegio por orden del Gobierno autonómico. Durante todo este proceso, que todavía está en marcha, la defensa de la salud depende casi exclusivamente de los propios afectados. Son los padres los que se movilizan, los que denuncian y presionan, luego vienen los abogados, el juez, los medios de comunicación y, mucho después, las autoridades sanitarias y educativas. ¿Cómo es posible que ningún movimiento social organizado, ya sea relacionado con la salud, con el cáncer, con la defensa de los niños, con la educación o con lo que sea, no se haya lanzado sobre el tema para exigir una respuesta adecuada y defender unos derechos que nos afectan a todos?

En Valencia, como en otros muchos sitios, hemos tenido casos similares o parecidos, relacionados con antenas de telefonía, con cables de alta tensión, con la calidad del agua o con fallos en el tratamiento de enfermedades. La respuesta de los afectados se produjo casi siempre en soledad, a veces acompañada del único apoyo de los medios de comunicación.

Vivimos en una sociedad desarrollada, nos hemos incorporado al euro, viajamos por todo el mundo, pero seguimos pensando que nos basta con tener una Administración, unos cuantos partidos políticos, algunos sindicatos y la organización de consumidores. Y muchas ONG que, aunque realicen una gran labor, no dejan de ser organizaciones neogubernamentales, como afirma Manuel Castells, puesto que con frecuencia están subvencionadas por los gobiernos y representan más una forma de descentralización política que un movimiento social espontáneo.

Es posible que sea bueno que el Estado se haga cada vez más pequeño y que la Administración se fragmente para hacerla más cercana al ciudadano, como acaba de ocurrir con la sanidad. Pero eso también produce indefensión y aislamiento social. Por tanto, necesitamos movilizarnos y construir organizaciones que se ocupen de nuestros intereses, de la salud y del estilo de vida que defendemos. De lo contrario cada ciudadano estará solo ante el peligro, como Gary Cooper, dependiendo exclusivamente de su valentía y de su destreza personal para defenderse. Y eso ya no está de moda.

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