Crítica:POESÍA

De la crónica a la poesía

Uno de los más complejos desafíos que tiene (y que ha tenido históricamente) ante sí la poesía española es afrontar una responsabilidad cívica y crítica, ejercer una función testimonial sin traicionar su naturaleza artística, su carácter de artefacto de lenguaje distinto a cualquier otro: al periodismo, a la narrativa, a la crónica. Ensamblar mirada crítica hacia el mundo y capacidad reveladora del lenguaje es un reto difícil pero no imposible. Diría más: es un reto necesario y posible, algo que vienen demostrando algunos poetas, tanto de las promociones más jóvenes como de las menos jóvenes, ...

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Uno de los más complejos desafíos que tiene (y que ha tenido históricamente) ante sí la poesía española es afrontar una responsabilidad cívica y crítica, ejercer una función testimonial sin traicionar su naturaleza artística, su carácter de artefacto de lenguaje distinto a cualquier otro: al periodismo, a la narrativa, a la crónica. Ensamblar mirada crítica hacia el mundo y capacidad reveladora del lenguaje es un reto difícil pero no imposible. Diría más: es un reto necesario y posible, algo que vienen demostrando algunos poetas, tanto de las promociones más jóvenes como de las menos jóvenes, desde hace tiempo. En Lunas hienas, primer libro de poemas de Bruno Galindo (Buenos Aires, 1968), es posible advertir destellos de ese ensamblaje. Se trata de la crónica poetizada de una experiencia periodístico-viajera escrita en Etiopía a cuyo través el lector puede acercarse a los distintos submundos de la realidad precaria vivida por el sujeto lírico. El poeta no pretende, pese a la extrema pobreza del contexto, otro testimonio que el de la percepción subjetiva de los paisajes, geográficos y humanos, que le rodean: cabras entre los pedregales de tierras devastadas, campos de minas, ciudades semivacías, casas de plástico y chapa, espacios desérticos, yermos entrevistos 'a través de un casquillo de bala' y donde abunda 'la carroña y la ceniza', tanques y otras chatarras bélicas abandonadas, viejos hoteles, bazares decrépitos y, a la vez, llenos de vida... Estamos ante un libro que es, en el fondo, un acto de amor hacia las tierras y hacia los hombres de Etiopía, un canto hacia una forma de vida muy alejada de la que caracteriza a las sociedades posindustriales, en la que la elementalidad de la experiencia (ver una película, contemplar el yermo, beber agua, encender una cerilla) tiene algo de ancestral y mágico.

LUNAS HIENAS

Bruno Galindo Introducción de Bernardo Atxaga Vitruvio. Madrid, 2001 47 páginas. 990 pesetas

En ese escenario, acerca del cual el poeta se pregunta si '¿queda algo, aparte de la ternura de las hienas?', la poesía tiene mucho de salvación, de bálsamo. Galindo intenta aprehenderla a través de un lenguaje directo, con algunos momentos poéticamente felices (especialmente en la metáfora del drama y de la miseria colectivos del pueblo etiope que expresa en el largo poema Historia de las avispas) que, sin embargo, no dan el tono general del libro, en el que es dominante el ritmo de la prosa. En el necesario binomio al que al principio aludíamos, hecho de mirada crítica y lenguaje revelador, más veces de lo deseable se advierte en Lunas hienas la falta del segundo elemento. En todo caso, es un primer libro. Y en muchas ocasiones, las carencias de un primer libro pueden ser de una enorme utilidad para afrontar, de manera autocrítica, nuevos proyectos. 'Poemas de amor, miseria y esperanza': en este verso de Nostalgia inventada, uno de los textos de mayor interés del volumen, se concentra el sentido último de Lunas hienas. Y en el que se contiene en Ahmárico por compasión (a Arthur Rimbaud), la condición para lograrlo en su integridad: 'El poeta será el verso o no será nada'.

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