Reportaje:HISTORIAS DEL COMER

Dulce Navidad

Los árabes fueron los que introdujeron el mazapán en España

El mazapán, esa pasta hecha con almendras molidas y azúcar cocida al horno, es un producto tan asociado a las fiestas navideñas hispánicas como los propios turrones. Pero no es una golosina española en exclusiva; los árabes fueron quienes la introdujeron en España y en la cuenca mediterránea a través de Chipre y Venecia.

Algunos autores atribuyen la paternidad de esta pasta a Venecia y defienden que su nombre deriva de marzipane, o sea, pan de marzo. Pero su origen y denominación es bastante confuso. Sus antecedentes -dulces más rústicos-, hay que situarlos en Toledo a comienzos ...

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El mazapán, esa pasta hecha con almendras molidas y azúcar cocida al horno, es un producto tan asociado a las fiestas navideñas hispánicas como los propios turrones. Pero no es una golosina española en exclusiva; los árabes fueron quienes la introdujeron en España y en la cuenca mediterránea a través de Chipre y Venecia.

Algunos autores atribuyen la paternidad de esta pasta a Venecia y defienden que su nombre deriva de marzipane, o sea, pan de marzo. Pero su origen y denominación es bastante confuso. Sus antecedentes -dulces más rústicos-, hay que situarlos en Toledo a comienzos del siglo VIII. Los confiteros árabes elaboraban unas tortas aplanadas con almendras picadas y azúcar de caña que llevaban impresa la figura de un Rey sentado. En el escudo de Toledo aparecía esta figura y en árabe rey sentado se traduce por maulhaban.

Más tarde en el año 1085, con la reconquista de Toledo, sale de la clandestinidad la comunidad mozárabe -la que había mantenido su culto durante la dominación árabe-, que solía reunirse en Navidad para tomar unos pasteles de almendra triturada con azúcar, que bien podrían ser un mazapán rudimentario. Ahora bien, seguramente, la referencia escrita más antigua sobre este dulce figura en una obra del siglo XIII de Anasirwän, en donde se le conoce como Gataif. Consiste en una elaboración de almendras trituradas, azúcar, agua de rosas y múltiples especias, que en vez de hornearse se hacía frita.

En Toledo existe también una leyenda de dudosa verosimilitud pero fuerte arraigo local. Al parecer, en 1.240, durante el reinado de Fernando III de Castilla, se sucedieron terribles penurias alimenticias. Las monjas del monasterio de San Clemente con la idea de dar de comer a tanto hambriento trituraron en un mortero los frutos de los almendros de su huerto y como les resultó algo amargo añadieron azúcar. Pero el erudito Manuel Martínez Llopis, cuestiona esta historia. 'En esas fechas', apunta, 'aún no se había difundido el uso del azúcar como edulcorante y sólo solía estar en poder de los boticarios'.

Pero hay referencias más contrastadas de esta golosina a finales del siglo XV, cuando Isabel la Católica fundó en Toledo el hospital de Santiago De Los Caballeros y dictaminó un reglamento que establecía que los encargados de la botica debían elaborar exclusivamente el mazapán para los enfermos. En todo caso, la referencia más clara de este dulce, aparece en el Libro de Guisados de Ruperto De Nola, fechado en 1525.

En todo caso, hay que señalar que en la geografía hispánica, incluso en la europea más cercana, hay una importante relación de pasteles elaborados de forma similar al mazapán toledano: el pan de Cádiz, la tarta sevillana de mazapán y almendras, los panecillos de San Antón madrileños, los mazapanes de Soto en la Rioja, los macarones dulces de San Juan De Luz (Francia) y los Ignacios de Azpeitia, unas tartaletas rellenas de crema de almendras creadas por la pastelería Egaña. También son peculiares los Xaxus de Tolosa, pequeñas pastillas de almendras rellenas de yema y glaseadas. José Mari Gorrotxategi homenajeó con ese nombre a otro confitero, apodado Xaxoeta, que trabajó en la zona en el siglo XIX.

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Apto para golosos

Aparte de los turrones y mazapanes, que son los reyes golosos de estas fiestas, existen numerosas elaboraciones dulces que tienen como común denominador dos elementos típicamente invernales; las frutas secas (ciruelas, orejones, pasas, higos...) y los frutos secos (sobre todo, avellanas, nueces y almendras). Son golosinas que en contados hogares siguen elaborándose conforme a reglas ancestrales. Si nos asomamos al Levante podemos encontrar delicias caseras como las almojábanas alicantinas, los pasteles de boniato de Castellón, las tortas celestiales (preparadas por manos angelicales) y una de las elaboraciones más curiosas: los turrones de panecillo que se hacen con bizcocho desmenuzado, almíbar, almendras molidas y canela. En Canarias, destacan por su singularidad las truchas de batata, que son en realidad unas empanadillas rellenas de puré de boniato o batata perfumado con anís y guarnecido con pasas. Al sacarlas de la sartén se espolvorean con abundante azúcar. Estos dulces recuerdan a las famosas casadielles asturianas (fritas u horneadas), con la diferencia de que estas últimas vienen rellenas de una crema elaborada con nueces y azúcar. No menos peculiares son unos dulces típicamente navideños de la isla de Menorca; los pechos de monja, unas pastitas con insinuante forma, cuyos pezones están simulados por avellanas tostadas. Tampoco hay que olvidar las compotas de manzana con frutas secas o también de pera en nuestro entorno más cercano. Precisamente en Navarra se conocen por dos nombres bien explícitos en función de la fruta fresca empleada: manzanete y perate.

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