COYUNTURA INTERNACIONAL

Auditorías

La reciente declaración de suspensión de pagos del gigante eléctrico norteamericano Enron ha puesto sobre la mesa nuevamente la necesidad de una reflexión sobre el proceso de la auditoría contable que permita realmente el logro de la famosa imagen fiel de la sociedad e impida procesos de creatividad contable perjudiciales para el inversor.

Los ejemplos de contradicciones entre los informes de auditoría sin salvedades y la posterior quiebra o defecto patrimonial de la empresa han sido muchos a lo largo de la historia y el caso reciente de Enron no será, previsiblemente, el último.
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La reciente declaración de suspensión de pagos del gigante eléctrico norteamericano Enron ha puesto sobre la mesa nuevamente la necesidad de una reflexión sobre el proceso de la auditoría contable que permita realmente el logro de la famosa imagen fiel de la sociedad e impida procesos de creatividad contable perjudiciales para el inversor.

Los ejemplos de contradicciones entre los informes de auditoría sin salvedades y la posterior quiebra o defecto patrimonial de la empresa han sido muchos a lo largo de la historia y el caso reciente de Enron no será, previsiblemente, el último.

La imagen fiel se basa en la doble noción de imparcialidad y objetividad que debe perseguirse en la elaboración de las cuentas anuales y de ahí, la necesidad de contar con la figura del auditor.

El auditor debe ser una especie de médico que sepa interpretar, con conocimientos y ojo clínico, los síntomas de una enfermedad en la empresa

No obstante, son varios los problemas que giran en torno a la mencionada figura. La falta de homogeneización y normalización de los criterios que rigen la contabilidad de los distintos países, junto con la propia complejidad del proceso de auditoría y la calidad de la información que ésta recibe de las entidades auditadas, da lugar a la aparición de casos como los de la eléctrica estadounidense.

El auditor debe ser el galeno de las empresas que, mediante la combinación de sus conocimientos y su ojo clínico, sepa interpretar con suficiente antelación y previo análisis profundo, los síntomas de una enfermedad y, como tal, debe asumir su responsabilidad en casos de equívoco.

La empresa por su parte, debe impulsar con mayor énfasis políticas preventivas mediante la asunción de mecanismos regulares de control interno que sean posteriormente analizados, evaluados, confirmados y aprobados por los auditores externos.

Y, por último, el inversor, debe analizar la calidad y luego la cantidad del beneficio declarado, en la medida que éste es la principal dimensión objeto de seguimiento por los inversores.

Los anteriores razonamientos son trasladables al sector público, dada su importancia cuantitativa y la necesidad de aportar a los ciudadanos, responsables políticos y empresas las imprescindibles garantías de que las cifras reflejan la realidad y la transparencia de la gestión de los recursos públicos.

Alberto Segurado y Alejandro Martínez son, respectivamente, responsable de Corporate de Analistas Financieros Internacionales y director general de CAP Auditores.

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