Reportaje:

Russafa, operación jaula

Un aparatoso despliegue de policía toma el barrio en busca de tres hombres que supuestamente violaron a una mujer

Los gritos desgarradores de una mujer hicieron que un vecino alertara a la policía. Minutos después, a las 11.30, las calles de Dènia, Cádiz, Sueca, Sevilla y el callejón que conserva el nombre de calle de Chella, fueron tomadas por una treintena de agentes en una operación jaula en la que colaboraba un helicóptero. En la segunda planta del primer portal de un callejón que conduce al retrato de la miseria en forma de basura amontonada, de hedor insoportable, ratas, cucarachas, entradas tapiadas, cristales rotos, ropa sucia tendida y restos de comida incrustados en un asfalto salpicado de boque...

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Los gritos desgarradores de una mujer hicieron que un vecino alertara a la policía. Minutos después, a las 11.30, las calles de Dènia, Cádiz, Sueca, Sevilla y el callejón que conserva el nombre de calle de Chella, fueron tomadas por una treintena de agentes en una operación jaula en la que colaboraba un helicóptero. En la segunda planta del primer portal de un callejón que conduce al retrato de la miseria en forma de basura amontonada, de hedor insoportable, ratas, cucarachas, entradas tapiadas, cristales rotos, ropa sucia tendida y restos de comida incrustados en un asfalto salpicado de boquetes, una joven de origen vasco chillaba ante lo que parecía un intento de violación. El sonido de las sirenas espantó a los supuestos agresores. Tres hombres se dieron a la fuga saltando de balcón en balcón y alcanzaron los tejados de las viviendas próximas más próximas. Los agentes, guiados por el helicóptero, seguían las cabriolas bajo la mirada atónita de los vecinos. El primer fruto de la toma de la calle de Chella cayó a los pocos minutos. Dos agentes sacaban esposado a un hombre joven, sin ganas de colaborar, que trató de evadir la custodia mordiendo a un uniformado. Reducido y sin salida, se dio cabezazos contra la pared mientras los intercomunicadores no dejaban de dar posiciones de los otros dos huidos y pedir refuerzos.

A la calle salieron los clientes de los establecimientos. Por las ventanas aparecían vecinos que buscaban la mejor perspectiva para no perder detalle. En los balcones se retiraban las macetas y algún atrevido gritaba 'por allí, por allí', señalando a la Gran Vía de Germanías. Entre tanta acción la mujer desaparecía de la escena para ser conducida al hospital.

Poco después, ya pasadas las 12.00, caía el segundo supuesto agresor. También joven, también con ganas de zafarse, también de origen magrebí y, como el anterior, directo a comisaría. La policía local aguantaba el tráfico desde la Gran Vía. Los zetas seguían cruzados en las esquinas. Llegaban apoyos en moto y el helicóptero no cesaba en la ronda. Del tercero, ni rastro.

En ésas, con la expectación al rojo, descendieron de coches camuflados los agentes de paisano: homicidios y científica. Maletines en mano se adentran en el callejón -en cuya fachada hay reclamos de Se vende piso, que resultan al precio de 3.000.000 de pesetas-. Durante más de una hora, en la puerta cuatro del número dos, los agentes protegidos con guantes recogieron restos. Mientras ellos escudriñaban entre la suciedad en busca de pruebas, inmigrantes e indigentes circulaban ignorando la presencia policial y entraban o salían de infectas viviendas que sobreviven amparadas en el escondrijo y en el silencio a las quejas de las asociaciones de vecinos de la zona, que alertan del peligro de algunos de esos centenarios edificios y del submundo de marginación, trapicheo y violencia que allí anida.

El operativo se desmontó con la misma rapidez con la que tomó las inmediaciones. Callado el helicóptero se avecinaba el final de una acción que ha acabado con un detenido de unos 20 años, M. J. E., otro identificado y en libertad, un precinto sobre una puerta de la que sólo sobrevive la parte de arriba y en el que reza 'Policía, no pasar', y una mujer de 30 años que ha denunciado haber sido violada anal y vaginalmente por tres hombres, según fuentes hospitalarias, a plena luz del día, después de que, según algunos vecinos, de madrugada se les viera de copas por el barrio.

Dos policías, ayer, ante el edificio en el que supuestamente se cometió la violación en el barrio de Russafa.MÒNICA TORRES
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