Crítica:ESCAPARATE

La fuerza de su pluma

Es conocida la intensidad del compromiso de Juan Goytisolo con una serie de causas que en el fin de siglo pusieron en tela de juicio la noción misma de humanidad: el genocidio materializado por los serbios en Bosnia, las matanzas que siguieron en Argelia a la invalidación de las elecciones en 1992, la política de destrucción llevada a cabo por el Ejército ruso en Chechenia, el aplastamiento del pueblo palestino por Israel. En los cuatro casos, Goytisolo combinó una labor de comentarista con las de testigo directo y animador siempre que pudo de movilizaciones de intelectuales en favor de las ví...

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Es conocida la intensidad del compromiso de Juan Goytisolo con una serie de causas que en el fin de siglo pusieron en tela de juicio la noción misma de humanidad: el genocidio materializado por los serbios en Bosnia, las matanzas que siguieron en Argelia a la invalidación de las elecciones en 1992, la política de destrucción llevada a cabo por el Ejército ruso en Chechenia, el aplastamiento del pueblo palestino por Israel. En los cuatro casos, Goytisolo combinó una labor de comentarista con las de testigo directo y animador siempre que pudo de movilizaciones de intelectuales en favor de las víctimas y de la restauración de la justicia. De todo ello dan fe los artículos recopilados en Paisajes de guerra.

PAISAJES DE GUERRA

Juan Goytisolo Aguilar. Madrid, 2001 356 páginas. 2.800 pesetas

Son reportajes en los que el reflejo de una realidad desoladora e hiriente se apoya en los amplios conocimientos políticos y culturales del autor. Por eso se trata de un género en el que sobresale lo que Indalecio Prieto aplicó a un periodista y político de su época: la fuerza de su pluma. Cuando Goytisolo desgrana los elementos de la estrategia genocida de Milosevic y de Karadzic, el lector parece estar escuchando al segundo cuando en el Parlamento bosnio respondía fríamente al anuncio por el presidente Izetbegobic de la declaración de independencia: '¡Hacedlo! ¡Entonces os destruiremos!'. Una tras otra se suceden en el Cuaderno de Sarajevo las imágenes de una convivencia quebrada por un nacionalismo de exterminio, culpable de la destrucción de todas las facetas de la existencia humana en la ciudad mártir de Sarajevo, ante la pasividad cómplice de unos políticos occidentales que de este modo sancionaban a quienes intentaron escapar de la cárcel de pueblos diseñada por Milosevic (actitud reproducida por la mayoría de nuestros intelectuales). Goytisolo hace bien en recordar que la tragedia de Bosnia tuvo un antecedente bien cercano a nosotros: la agresión y la indiferencia que acabaron con la II República.

Del tríptico restante destacan por una parte los trazos impresionistas que transmiten las formas a veces surrealistas de opresión que sufren los palestinos en Gaza y Cisjordania, y por otra el esbozo de análisis de la crisis argelina en los años noventa. El tema checheno es más distante y complejo; de ahí el peso que adquieren las menciones a los antecedentes literarios y a rituales del tipo de las ceremonias del zikr que mantienen la identidad en medio de una guerra de destrucción ordenada desde Moscú.

En Argelia en el vendaval

no faltan observaciones puntuales, como las que presentan al personaje trágico de Budiaf, pero lo que cuenta es la visión de conjunto de un país desgarrado entre dos terrorismos. La brillante descripción del proceso que lleva de la independencia a la crisis desemboca sin embargo en una explicación más discutible, por cuanto la carga de violencia y discriminación del integrismo, en ascenso capilar desde mucho antes que surgiera el FIS, resulta tal vez infravalorada. La violencia empleada en forzar la exclusión de la mujer del espacio público y en impedir tanto su emancipación como la persistencia de usos europeos constituyó, lo mismo que las agresiones contra los despachos de bebidas alcohólicas, una muestra de que el integrismo social precedía en Argelia al político y llevaba en sí los gérmenes del terror puesto en práctica luego por el GIA y grupos afines. Resulta dudosa, pues, la opción de Goytisolo por 'un estado de opresión cultural y política' como causa de la explosión de violencia en lugar del 'discurso religioso extremista'. Lo primero cuenta, pero es lo segundo lo que hace inevitables la violencia social primero y el terror más tarde. Goytisolo conoce muy bien las predicaciones de Alí Belhach, el famoso imam de Bab el Ued, y lo que de ellas podía derivarse.

Más allá de esta discrepancia, el cuaderno de Argelia supera en densidad analítica al de Sarajevo. Le sigue un sugerente apartado donde el autor plantea la analogía entre el carácter que asume la frustración de la modernidad en el mundo árabe de hoy y la registrada en la España moderna. No obstante, vuelve a resultar excesivo hablar del 'sorprendente paralelo existente entre la España del siglo XVI y la monarquía saudí o el emirato kuwaití de hoy'. Como tantas otras veces, nuestro autor ofrece apuntes de suma lucidez, pero olvida el rasgo diferencial que corresponde al integrismo islámico con relación a otras variantes de religiosidad cerrada, como la que pudo prevalecer en la España de los Austrias.

Por fin, coincidiendo en el tiempo con los Paisajes de guerra, ve la luz una nueva edición, por Seix Barral, del clásico Furgón de cola que Editorial Ruedo Ibérico publicara en 1967. Juan Goytisolo difícilmente podrá repetir su queja de entonces: 'Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como una pesadilla abrumadora y violenta. Porque no escribe uno ni siquiera para los suyos'. En cuanto a la incidencia de su obra, todo ha cambiado.

Velatorio de un joven palestino muerto por soldados israelíes en Gaza el 12 de noviembre de 2000.REUTERS

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