Reportaje:CRÓNICA EN VERDE

Historia de pioneros

La asociación Andalus cumple 25 años dedicados a defender las ideas ecologistas

Alguien los bautizó como 'pajaritólogos' tratando de describir la extraña afición de aquellos individuos que ocupaban su tiempo libre en recorrer parajes inhóspitos para contemplar aves y otros animales silvestres. Fueron, a finales de los años setenta, el germen de lo que hoy conocemos como movimiento ecologista. Ni la Administración ni el grueso de la sociedad eran entonces sensibles a las tímidas demandas que, aún durante la dictadura, comenzaron a exponer estos amantes de la naturaleza.

En Andalucía, algunos de los más activos representantes de esta nueva corriente se agluti...

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Alguien los bautizó como 'pajaritólogos' tratando de describir la extraña afición de aquellos individuos que ocupaban su tiempo libre en recorrer parajes inhóspitos para contemplar aves y otros animales silvestres. Fueron, a finales de los años setenta, el germen de lo que hoy conocemos como movimiento ecologista. Ni la Administración ni el grueso de la sociedad eran entonces sensibles a las tímidas demandas que, aún durante la dictadura, comenzaron a exponer estos amantes de la naturaleza.

En Andalucía, algunos de los más activos representantes de esta nueva corriente se aglutinaron en torno al Parque Nacional de Doñana y a la Estación Biológica. Allí, al pie de la marisma, una mañana del invierno de 1975 surgió la idea de constituir una asociación ecologista que actuara en toda la región. Diez fueron los primeros socios que, en Sevilla, firmaron el acta fundacional de Andalus un 14 de enero de 1976.

Los esfuerzos conservacionistas de este grupo se centraron inicialmente en Doñana, que ya entonces padecía muchos de los problemas sobre los que aún hoy se sigue polemizando, como la gestión del agua o las infraestructuras viarias que circundan este espacio protegido.

En poco tiempo se incorporaron otras zonas húmedas al catálogo de prioridades de Andalus, espacios que entonces no estaban amparados por ninguna disposición legal, como las marismas del Odiel, en Huelva, o la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga.

De cómo han cambiado las cosas en un cuarto de siglo pueden dar idea algunas de las primeras iniciativas de estudio y concienciación que se llevaron a cabo desde Andalus. Como buenos aficionados a la ornitología, algunos socios comenzaron a elaborar, ya en 1976, el primer censo de cigüeña blanca en Andalucía occidental y Badajoz. Por aquel entonces ésta era una especie que había sufrido una notable merma de sus efectivos y comenzaba a considerarse en peligro de extinción. Apenas anidaban en toda la región unas 600 parejas, cifra que hoy se ha cuadruplicado, hasta el punto de que se plantea la retirada de esta ave en los listados de especies amenazadas.

Igualmente llamativo es el caso de la fachada litoral que discurre entre Tarifa y Algeciras, que en breve se unirá a la extensa lista de parques naturales declarados en la comunidad autónoma. A finales de los años setenta el futuro de este tramo costero, decisivo en la ruta migratoria de numerosas especies animales, estaba hipotecado nada menos que por la construcción de una central nuclear, proyecto al que se opusieron Andalus y otras asociaciones similares de ámbito nacional.

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La colonia de flamencos de la laguna de Fuente de Piedra, en Málaga, no pasaba de ser una curiosidad a la que sólo se otorgaba valor en círculos científicos. Ninguna norma impedía la caza o el vertido de residuos en la zona, y el absoluto descontrol sobre el manejo del agua en este humedal provocaba periódicas mortandades en la población de flamencos que acudían a reproducirse. Andalus no dejó de presionar a la Administración hasta que consiguió que se declarara reserva integral. Veinte años después, Fuente de Piedra es uno de los espacios protegidos más importantes de Andalucía, en el que han llegado a concentrarse más de 30.000 individuos de esta llamativa zancuda.

Algunas de estas batallas terminaron ganándose gracias al trabajo de estos pioneros, y otras muchas continúan librándose hoy. El Proyecto Buitre Negro es, en la actualidad, una de las iniciativas que concentra la actividad de Andalus. Se puso en marcha en 1983 y tiene como objetivo la protección de esta escasa rapaz en la zona norte de Huelva, donde aún se localiza una de las colonias más importantes de España.

El mérito de Andalus, y otros colectivos similares que nacieron en esos fértiles años, no sólo se debió a la capacidad que desarrollaron, apoyándose en los medios de comunicación, para informar a la sociedad andaluza de lo que estaba ocurriendo con su patrimonio natural, sino que, además, fueron capaces de formar a toda una generación de profesionales que, desde diferentes ámbitos, terminaron sumándose a esa batalla. Las semillas de ese ecologismo temprano germinaron en los partidos políticos y la universidad, por citar sólo dos parcelas de gran trascendencia.

Andalus abrió, de la mano de otras pocas, muy pocas, asociaciones, el camino por el que hoy discurren, sorteando menos obstáculos e incomprensión, docenas de organizaciones no gubernamentales.

Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es

Los mejores aliados

Cuando en abril de 1984 la Junta asumió las competencias en materia de protección de espacios naturales, el balance de territorio amparado por alguna de las figuras que contemplaba la ley estaba muy lejos de alcanzar las cifras actuales. Al Parque Nacional de Doñana (72.000 hectáreas con sus zonas periféricas de protección) solo lo acompañaba el Parque Natural del Torcal de Antequera (Málaga, 1.200 hectáreas), y entre ambos apenas ocupaban el 0,6% de Andalucía. Con el instrumento novedoso de una Agencia de Medio Ambiente (AMA) que, por primera vez en el panorama administrativo español, intentaba llevar a la práctica la unidad de gestión en materia ambiental, el Gobierno andaluz se embarcó en una ambiciosa política conservacionista encaminada, en una primera fase, a la protección de zonas húmedas y comarcas en las que se querían ensayar programas piloto de ecodesarrollo. El movimiento ecologista representó un papel decisivo en este proceso. Colectivos como Andalus, Agaden, el Grupo Ecologista Mediterráneo, la Federación Ecologista y Pacifista Gaditana, Amigos de la Malvasía, el Taller de Ecología de Linares o Silvema fueron la punta de lanza de este movimiento en Andalucía. Sin dejar a un lado la labor de denuncia y presión constante ante las diferentes administraciones, estas asociaciones se convirtieron en las mejores aliadas de la recién nacida AMA. Por un lado, enriqueciendo con sus aportaciones los distintos inventarios que se manejaban para el diseño de una futura red de espacios protegidos y, por otro, trasladando a diferentes sectores sociales el valor de este empeño proteccionista, contra el que inicialmente se rebelaron un buen número de municipios. Hoy la Red de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía (RENPA) suma más de un centenar de enclaves que ocupan cerca del 18 % de la superficie regional.

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