Columna

Bacilos

El bacilo está colonizando nuestras mentes antes que nuestros pulmones, modalidad complementaria en la estrategia de terror, y otra vez la ha pagado la pobre Celia Villalobos, como si nunca pudiera llevar razón. Todo porque en plena epidemia de pánico ante el antrax o carbunco se le ocurrió aconsejar, cual madre bondadosa, lo que luego avalan los especialistas: si usted tiene alguna duda sobre su estado, acuda al centro de salud.

Los médicos rurales y generalistas recuerdan que la atención primaria es la puerta del sistema, así que abarrotar de hipocondríacos y ociosos las ya saturadas ...

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El bacilo está colonizando nuestras mentes antes que nuestros pulmones, modalidad complementaria en la estrategia de terror, y otra vez la ha pagado la pobre Celia Villalobos, como si nunca pudiera llevar razón. Todo porque en plena epidemia de pánico ante el antrax o carbunco se le ocurrió aconsejar, cual madre bondadosa, lo que luego avalan los especialistas: si usted tiene alguna duda sobre su estado, acuda al centro de salud.

Los médicos rurales y generalistas recuerdan que la atención primaria es la puerta del sistema, así que abarrotar de hipocondríacos y ociosos las ya saturadas puertas de urgencias de los hospitales supondría un daño colateral similar al colapso que han llegado a sufrir las investigaciones en los Estados Unidos, víctimas tanto de gamberros y gilipollas como de cierta ansiedad desproporcionada entre la población en general. Ha habido algunos infectados, pero también ha cundido la panaroia provocando aterrizajes de emergencia, desalojos, cuarentena incluso en portaviones y otras reacciones que sólo pueden beneficiar a los fabricantes de antibióticos y ansiolíticos, y a los vendedores de miedo a un enemigo que cuanto más poderoso aparezca mayor plus de grandeza aportará a los contrarios.

Los médicos españoles, decía, han hecho un llamamiento a la 'cordura, la calma y la confianza', una vez que por fin se han difundido los protocolos de actuación ante un peligro, quizá remoto pero posible, que los sanitarios no deberían haber conocido sólo por los periódicos.

Pero ahora conviene mirarse muy bien cómo están informando los medios. Entendiendo lo golosas que pueden ser las imágenes de fumigadores enmascarados para quien maqueta la primera página o edita el telenoticias, no me quito la sensación de que la gran amenaza para la prensa no procede del correo, probablemente mucho más inocuo que los bacilos intoxicadores trasmitidos por los portavoces oficiales y transportados en la cresta de la ola de patriotismo bélico que nos invade.

Vale prevenir, pero recordando que nuestra salita de estar no son las oficinas del estado de Nueva York. Y ya de paso, que hay otros polvos blancos que perjudican mucho más gravemente la salud.

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