Entrevista:VICENTE LARREA | ESCULTOR

'La escultura tiene que interferir, mover el espacio y a la gente'

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A los 17 años, recién acabado el bachillerato,

Vicente Larrea (Bilbao, 1934) decidió dedicarse a la escultura. En espacios públicos del País Vasco pueden verse 16 de sus obras, la última 'Dodecathlos', instalada a las puertas del Palacio Euskalduna, en Bilbao. Pronto instalará otras en Arrigorriaga y Miribilla

Una suave música acompaña a Vicente Larrea mientras trabaja en un estudio sorprendentemente limpio, con pequeñas piezas de cera que formarán un boceto de su próxima escultura.

Pregunta. ¿Qué balance hace de sus 50 años en la escultura?
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A los 17 años, recién acabado el bachillerato,

Vicente Larrea (Bilbao, 1934) decidió dedicarse a la escultura. En espacios públicos del País Vasco pueden verse 16 de sus obras, la última 'Dodecathlos', instalada a las puertas del Palacio Euskalduna, en Bilbao. Pronto instalará otras en Arrigorriaga y Miribilla

Una suave música acompaña a Vicente Larrea mientras trabaja en un estudio sorprendentemente limpio, con pequeñas piezas de cera que formarán un boceto de su próxima escultura.

Pregunta. ¿Qué balance hace de sus 50 años en la escultura?

Respuesta. El balance es que yo soy lo que he querido ser. Cuando decidí dedicarme a la escultura aspiraba a ser como soy ahora. Me formé en un taller de escultura clásica, aprendí lo que era el oficio y luego me lo cargué para hacer lo que quería.

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P. ¿Cómo entiende el oficio de escultor?

R. Ahora hay muchas maneras de ser escultor, la prueba de ello es que yo soy un bicho raro. Hay escultores que hacen un dibujo y lo venden a un museo, una fábrica les hace el trabajo. No tocan la escultura; yo, sí.

P. ¿Esos escultores muestran cierto desdén por el contacto físico con la obra?

R. Sí, pero yo no voy a decir cómo hay que hacer una escultura. Afortunadamente, hay muchas maneras de hacer escultura. ¿Desdén? En el arte hay mareas, cambios; sería muy aburrido que todos fuéramos iguales.

P. ¿Qué peso tiene en su obra el utilizar las manos?

R. No lo sé. Simplemente, las esculturas que hago dependen de conocer el oficio.

P. ¿Qué le quedó de su participación en el grupo Emen de la escuela vasca?

R. El poso más importante que quedó es la relación que tuve con los compañeros, entre los que encontré grandes amigos, como Balerdi, Ortiz de Elguea, Néstor [Basterretxea], Zumeta... Y el recuerdo de las exposiciones que hacíamos en los pueblos. Queríamos acercar el arte contemporáneo y traducirlo a nuestro país. Aquella idea se fue diluyendo y las siguientes generaciones no siguieron. Han vivido otros tiempos.

P. Usted siempre ha defendido la presencia de esculturas en los espacios públicos.

R. Sí, siempre. Sobre todo en aquellos momentos de desinformación, parecía que el arte contemporáneo debía tener una trascendencia directa. Cuando te planteas lo que haces, aunque no seas el gran genio, piensas que puedes aportar algo a la cultura. Si trabajas con lenguajes que la gente no conoce, lo que hay que hacer es enseñárselos para que los aprendan, y siempre he creído que la mejor manera es que las calles se llenen de esculturas.

P. ¿Está satisfecho de los lugares que ocupan sus obras?

R. Contento. Bueno, algunas podían estar mejor colocadas. Mis esculturas también hay que mirarlas por dentro, ver qué hay dentro, quiero conjugar la belleza de la forma con el misterio del interior. Pero la última [Dodecathlos, situada a las puertas del Palacio Euskalduna] está en un sitio bastante bueno, ¿no?

P. ¿No compite con los edificios que la rodean?

R. Los edificios no son esculturas. El único que se va acercando es el Guggenheim -a mí me encanta el Guggenheim-, pero sus formas son más sencillas que las esculturas. El propio Gehry da una lección de escultura con los ascensores del museo.

P. Pero habrá que elegir bastante bien para que el entorno no interfiera...

R. ¿Cómo que interferir? Lo que tiene que hacer la escultura es interferir, mover el espacio y a la gente, divertir, distraer y emocionar. Yo creo que a la gente le gusta ver la obra en la calle; me dicen qué les parece, los niños juegan con ellas y se acostumbran a ver el arte contemporáneo. Y puede servir a otros artistas que, indirectamente, puedan ser iluminados por lo que ven para hacer otras cosas. Todos hemos necesitados maestros.

P. ¿Qué le parece el incremento de escultura en las calles de las ciudades vascas?

R. Maravilloso. Que pongan más, por todos los rincones, que hay muchos escultores, pero que sean buenas.

P. ¿Son buenas las que se han instalado?

R. Bastante buenas, ¡qué te voy a decir yo, si me han elegido a mí! Es muy difícil la elección. A mí será que me han elegido por pesado, por los 50 años que llevo en esto. Ahora voy a poner una obra en Arrigorriaga, en unas nuevas viviendas. Hay que hacer que los promotores de viviendas se decidan a comprar obra.

P. ¿Cómo?

R. Agilizando los trámites, si está todo en orden. Los ayuntamientos deben ponerse de acuerdo con la empresa privada para que compre obra.

P. ¿Prefiere ver sus obras en instaladas en espacios públicos o en los museos?

R. Tengo dos sensaciones, como escultor que tiene obra en museos y como espectador. En el momento que tienes tu primera obra en un museo, ya te has acostumbrado. Pero a mí me gusta ir a los museos, me gusta muchísimo. La Tate Gallery, de Londres, el Guggenheim, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, y hasta el Museo de Reproducciones, que es tan importante para todos los que quieren aprender a dibujar.

El escultor Vicente Larrea.SANTOS CIRILO

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