Columna

Lógicamente

En el juicio contra su ex mujer, Rodríguez Menéndez reconoció que poseía una fortuna de unos 8.000 millones de pesetas, entre casas y cuentas corrientes. 'Lógicamente nada está a mi nombre, pero yo soy el dueño', puntualizó con pavoneo de magnate macarra. Como Rodríguez Menéndez es un personaje más oscuro que la tinta, no es extraño que posea un capitalazo en dinero negro. Pero descorazona su uso del adverbio de modo lógicamente, que, según el María Moliner, quiere decir 'como es natural o normal'. Llega Menéndez y con todo su papo suelta delante de un tribunal, y de montones de periodi...

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En el juicio contra su ex mujer, Rodríguez Menéndez reconoció que poseía una fortuna de unos 8.000 millones de pesetas, entre casas y cuentas corrientes. 'Lógicamente nada está a mi nombre, pero yo soy el dueño', puntualizó con pavoneo de magnate macarra. Como Rodríguez Menéndez es un personaje más oscuro que la tinta, no es extraño que posea un capitalazo en dinero negro. Pero descorazona su uso del adverbio de modo lógicamente, que, según el María Moliner, quiere decir 'como es natural o normal'. Llega Menéndez y con todo su papo suelta delante de un tribunal, y de montones de periodistas, que lo normal y natural es usar testaferros, fingir, defraudar y hacer todo tipo de chanchullos. Y lo peor es que la frase no le ha chocado a nadie. Se diría que a todos les ha parecido muy lógico que Menéndez dijera lógicamente.

No son buenos tiempos para la ética. Tal vez nunca lo hayan sido; tal vez siempre hayan triunfado los miserables. Pero la democracia, con su bendita transparencia informativa, hace que las guarradas sean notorias. Si antes, en los regímenes absolutistas, imperaba la hipocresía (que nadie sepa que mi auténtica vida contradice todo lo que digo), ahora triunfa el cinismo: se sabe que mi auténtica vida contradice todo lo que digo, pero da lo mismo. Personajes públicos e instituciones muestran comportamientos indignos y se quedan tan frescos, lo cual entumece las conciencias de los ciudadanos. Se nos está atrofiando el alma, si es que existe.

Claro que, si existe, no será gracias a la Iglesia. He aquí un espectacular ejemplo del cinismo moderno. El caso de las profesoras de religión demuestra que la Iglesia impone a sus contratados unas condiciones laborales de auténtica explotación. Da igual que la Iglesia y el Estado hayan firmado un tratado permitiendo que los obispos te despidan por casarte con un divorciado: eso es inconstitucional y por lo tanto ilegal. Un amigo mío, Nicolás, quiere cambiar los estatutos de su empresa para convertirla en un Instituto Religioso y poder echar así a los empleados molestos alegando que no van a misa. ¿Les parece chistoso? Pues 15.600 profesores de religión viven sometidos a esa tiranía. Y a los obispos eso les parece normal. Lógicamente.

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