Crítica:

Cancelación del porvenir

Dos jóvenes desencantados se unen en un periplo por cierta marginalidad autodestructiva en una sociedad, la uruguaya a finales de los sesenta antes de la caída de la democracia, en la que se sienten encerrados.

En la tradición que parte de Juan Carlos Onetti, o lo que es lo mismo, en el ámbito de una exploración narrativa de la degradación individual en una comunidad cerrada así como del diálogo entre la ruina personal y la ruina histórico-geográfica, es donde el editor nos propone que leamos esta primera novela del uruguayo afincado en España Gualberto Baña. El escenario parece corrobo...

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Dos jóvenes desencantados se unen en un periplo por cierta marginalidad autodestructiva en una sociedad, la uruguaya a finales de los sesenta antes de la caída de la democracia, en la que se sienten encerrados.

EL ORDENAMIENTO DEL ORDEN

Gualberto Baña Debate. Madrid, 2001 203 páginas. 2.700 pesetas

En la tradición que parte de Juan Carlos Onetti, o lo que es lo mismo, en el ámbito de una exploración narrativa de la degradación individual en una comunidad cerrada así como del diálogo entre la ruina personal y la ruina histórico-geográfica, es donde el editor nos propone que leamos esta primera novela del uruguayo afincado en España Gualberto Baña. El escenario parece corroborar la tesis: Montevideo en el año 1969, en el preludio de la caída de la democracia. En una agencia de publicidad confluyen dos viejos amigos, Diego y Leonardo, torturados por sendos traumas de su pasado. El primero está escribiendo una obra titulada Cuadernos de la fiebre donde da rienda suelta a su frustración por la represión policial y la degradación de las libertades de su país. El segundo acaba de perder a su novia, harta de su espíritu recalcitrantemente bohemio. Los dos pasean su spleen por una ciudad reconstruida desde un perspectivismo discontinuo pero efectivo, refugiándose en el alcohol, coqueteando con el suicidio, decantándose hacia el margen de la sociedad y, en el caso de Diego, enamorándose de una prostituta desequilibrada.

Dejando de lado el probable componente de ajuste de cuentas personal, el relato funciona bastante bien como representación del proceso de desmantelamiento institucional del futuro de una generación y de un país, el 'ordenamiento del orden' al que alude el título. El epítome en la novela de esa generación es el personaje central, Diego, en cuya construcción el autor contrapone el proceso de proyección personal hacia el futuro durante los años de formación (una metáfora de la juventud democrática del país que el autor construye felizmente a partir de episodios futbolísticos) con la cancelación de toda esperanza que suponen los albores del golpe militar. Tal vez la elección de unos modelos literarios que hoy día resultan más bien poco arriesgados (Conrad y Faulkner son los más evidentes) sea lo único que desluce un relato que probablemente habría sido bastante más relevante hace veinte años. Las mismas coordenadas temáticas y argumentales han sido exploradas con mayor contundencia en años recientes: no puedo evitar pensar en Roberto Bolaño y el díptico formado por Estrella salvaje y Nocturno de Chile. De todos modos, no procede comparar a un narrador ya consolidado con alguien como Baña que, a diferencia de los personajes de su libro, tiene todo el futuro por delante para construir su obra.

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