Reportaje:

Madrid, entre nubes y monumentos

El Teleférico ofrece un recorrido de casi 2.500 metros y 11 minutos para conocer la ciudad desde las alturas

'¡Yuju!', grita Juan, un niño de 11 años, cuando un hombre cierra la puerta de la cabina desde la que él y su familia verán su ciudad desde una perspectiva diferente, la del Teleférico de Madrid. Es agosto en la capital y muchos madrileños que no han salido de vacaciones aprovechan para ver la urbe con los ojos de un turista. 'Nunca había visto Madrid desde las alturas. Siempre vamos en el metro', afirma María, que cambió las terminales subterráneas por un recorrido aéreo de casi 2.500 metros.

El Teleférico cuenta con más de 80 cabinas pintadas de azul celeste, en combinación con el cie...

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'¡Yuju!', grita Juan, un niño de 11 años, cuando un hombre cierra la puerta de la cabina desde la que él y su familia verán su ciudad desde una perspectiva diferente, la del Teleférico de Madrid. Es agosto en la capital y muchos madrileños que no han salido de vacaciones aprovechan para ver la urbe con los ojos de un turista. 'Nunca había visto Madrid desde las alturas. Siempre vamos en el metro', afirma María, que cambió las terminales subterráneas por un recorrido aéreo de casi 2.500 metros.

El Teleférico cuenta con más de 80 cabinas pintadas de azul celeste, en combinación con el cielo, para unir la terminal del paseo de Pintor Rosales -entre el Templo de Debod y los Jardines de Oriente- con la Casa de Campo.

Familias, amigos, parejas y algún que otro solitario forman parte de las 5.000 personas que cada fin de semana se acercan a las terminales para emprender el viaje, según los datos que ofrece José Luis Muñoz, uno de los encargados del Teleférico. Durante los días laborables, la afluencia es menor: unos 500 visitantes a diario, la mayoría de ellos extranjeros que visitan la ciudad.

Los sábados y domingos por la tarde, 'cuando hace menos calor o después de la siesta', dice Muñoz, son los días preferidos para los madrileños. 'Tenemos clientes asiduos. Algunos hasta nos piden una cabina específica, ya sea porque es la que más les gusta o porque piensan que es la que funciona mejor', cuenta desde la terminal de Rosales, decorada al estilo de montaña, con las paredes pintadas simulando cabañas de madera.

Dependiendo de la afluencia de público, los técnicos utilizan o no el total de las 82 cabinas. A pleno rendimiento, el Teleférico puede acoger hasta 1.200 pasajeros en una hora. Los aparatos resisten una carga de 450 kilos, equivalentes a seis personas; sin embargo, el responsable afirma que por seguridad no permiten que haya más de cinco. Si hay pocos ocupantes, los viajeros pueden pedir que les asignen una cabina para ellos solos. 'Pero en verano lo que más le importa a la gente es saber si hay aire acondicionado. Y no lo hay', advierte.

Durante los 11 minutos que dura el recorrido, una grabación de audio acompaña el paseo con breves explicaciones de los edificios o monumentos que pueden apreciarse desde las alturas. 'Tienen ante ustedes un paisaje muy representativo de la ciudad, que pintores como Goya y Velázquez han inmortalizado', dice la grabación. Un paisaje que los visitantes han podido admirar desde el 20 de junio de 1969, más de 30 años de funcionamiento durante los cuales, según el encargado, no ha ocurrido ningún accidente. 'Estamos acogidos al sistema de seguridad europeo, y las cabinas son de las mejores de la UE, a pesar de su antigüedad', asegura. Algunas personas se toman fotos junto al aparato y filman en vídeo el trayecto. De cabina a cabina, además del paisaje, puede verse la reacción de la gente. 'Mira, parece que ese tío está mareado', comenta un hombre.

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El faro de la Moncloa, la plaza de España, el Palacio Real y La catedral de la Almudena son algunos de los puntos de interés que incluye la visita panorámica y que sobresalen entre algunos bloques de viviendas y zonas verdes que el verano ha puesto amarillas. Quienes no tengan miedo a mirar hacia abajo pueden observar el río Manzanares desde una altura de 40 metros.

Entre las anécdotas que día a día les toca vivir a los trabajadores del Teleférico, José Luis cuenta la historia de un joven claustrofóbico que pasó dos horas decidiendo si subía o no a la cabina. 'Cuando nos enseñó su carné, resultó que era paracaidista, pero dijo que era una situación diferente'. Una vez que lo convencieron, el chico regresó del paseo 'muy contento' y al día siguiente 'trajo refrescos para todos'.

'Como una bicicleta'

'Siempre les digo a los que tienen miedo que esto es como una bicicleta, pero en vez de ir en ruedas, se mueven por un cable', explica Muñoz. No todos le tienen miedo a la cabina e incluso van en busca de algo más que una vista de la ciudad, como una pareja a quienes los empleados pillaron haciendo el amor en las alturas. 'La muchacha intentaba taparse, pero el hombre nos decía que les diéramos otra vuelta', recuerda con una sonrisa. Como ya era la hora de cerrar, no pudieron complacerlos.

Con los pies puestos de nuevo en tierra, el paseo puede continuar en las cafeterías, los jardines o el Parque de Atracciones de la Casa de Campo. Muñoz recomienda a los que quieran pasar el día en los juegos mecánicos que lleguen en metro, ya que desde la terminal del Teleférico hasta la entrada hay una distancia de unos 20 minutos andando. 'A nosotros nos conviene que paguen el billete doble, pero tenemos que ser sinceros con la gente', afirma.

Quienes han pagado el billete de ida y vuelta todavía tienen otros 10 minutos por los aires, a una velocidad de 3,5 metros por hora. 'Lo más emocionante es cuando la cabina se mueve por culpa del viento', dice Juan. Pero si usted no es tan aventurero, haga caso de una de las advertencias escritas en el interior del aparato: 'Prohibido balancear la cabina'.

Teleférico de Madrid. Paseo del Pintor Rosales, s/n. Metro Argüelles. Horario de verano: de 11.00 a 15.00 y de 16.30 a 21.30. Billete sencillo: 425 pesetas; ida y vuelta: 605.

Una de las cabinas del Teleférico de Madrid sobrevuela la ciudad.

Un cielo para ojos extranjeros

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