Reportaje:

'No podréis desalojar nuestras ideas'

Un millar de jóvenes del colectivo 'okupa' viven en un centenar de casas en la ciudad de Barcelona

'Podréis desalojar nuestras casas, pero no nuestras ideas'. Así reza un lema clásico del movimiento okupa, nacido en España a primeros de los años ochenta, siguiendo la senda abierta mucho antes por los squatters en Inglaterra. Pero ¿cuáles son esas ideas? Muchas, diversas y en ocasiones contradictorias, aunque con un denominador común: el rechazo al sistema capitalista y a la especulación urbanística.

'Nos ponemos de acuerdo en unos mínimos, que es la lucha contra el sistema, y a partir de aquí cada uno funciona a su aire', asegura Laura, una de las primeras okupas...

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'Podréis desalojar nuestras casas, pero no nuestras ideas'. Así reza un lema clásico del movimiento okupa, nacido en España a primeros de los años ochenta, siguiendo la senda abierta mucho antes por los squatters en Inglaterra. Pero ¿cuáles son esas ideas? Muchas, diversas y en ocasiones contradictorias, aunque con un denominador común: el rechazo al sistema capitalista y a la especulación urbanística.

'Nos ponemos de acuerdo en unos mínimos, que es la lucha contra el sistema, y a partir de aquí cada uno funciona a su aire', asegura Laura, una de las primeras okupas de España, que empezó a actuar como tal en Madrid hace ya casi 20 años. Ahora tiene 50, paga una vivienda en Barcelona y ya no está para esas aventuras, pero sigue compartiendo esos ideales, herederos de la mejor tradición anarquista.

Se definen como independentistas, anarquistas y hasta comunistas, pero les une la lucha contra el sistema

'En la década de 1930, los obreros ocupaban las tierras; en los setenta, las familias sin recursos entraban en los pisos de protección oficial, y en los ochenta, se ocupaban los locales sindicales', recuerda Guillem Sánchez, de 26 años y okupa desde los 20. Él ha pasado por tres casas y ahora está en una del barrio de Sants, uno de los bastiones de este movimiento en Barcelona, junto con el de Gràcia, el distrito donde el pasado día 17 policía y manifestantes protagonizaron una batalla campal tras el desalojo de dos viviendas. Barcelona es, con diferencia, la ciudad española en la que el movimiento okupa está más extendido y agrupa en la actualidad a más de un millar de personas en un centenar de casas 'reivindicadas'.

'La okupación tiene múltiples ideologías', reconoce Albert Martínez, uno de los portavoces del colectivo y okupa desde 1996. Ellos mismos admiten que son un grupo muy heterogéneo en constante evolución ideológica. Al principio predominaban los que se definían como anarquistas, pero con el paso de los años se han ido extendiendo las ideas independentistas radicales, aunque tampoco faltan los que dicen ser un poco de las dos cosas, algo aparentemente contradictorio. E incluso en pleno siglo XXI no faltan los que reivindican su condición de okupas comunistas.

Otros rechazan cualquier etiqueta y se definen como okupas a secas, pese a que pernocten en casa de sus padres. 'Ser okupa no es sólo ir a manifestaciones antifascistas y antirrepresivas. Para mí es ser positiva y construir un espacio cultural a partir de un centro social ocupado (CSO)'. Quien así habla es Marta, de 22 años, una de las personas que ocuparon en marzo de 1999 la masía Torreblanca, de propiedad municipal, que llevaba 20 años abandonada en Sant Cugat del Vallès, la ciudad residencial más cara del entorno de Barcelona. Ella, al igual que su amiga Maia, también de 22 años, admite que entre el movimiento okupa se les considera 'reformistas y socialdemócratas', pero a ellas no les importa. 'Sant Cugat no es Gràcia ni Sants, y a nosotros lo que nos interesa no es enfrentarnos a la policía, sino construir espacios para la juventud y para un barrio'.

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Toda esta gama de matices ideológicos en los márgenes del sistema no es compartida por la Delegación del Gobierno en Cataluña, que tienen una visión muy distinta del movimiento. 'El caldo de cultivo creado en torno al movimiento okupa es aprovechado por organizaciones, algunas partidarias de la lucha armada, para captar adeptos, hacer proselitismo e implicarles en su operatividad', asegura un informe policial cuyo contenido rechazan en mayor o menor grado todos los partidos políticos catalanes a excepción del PP. La tesis del Ministerio del Interior es que integran el movimiento okupa de Barcelona 2.500 personas, pero que existen unos 500 activistas. Hay un hecho objetivo que avala la tesis policial: el pasado mes de enero fue detenido el portavoz del movimiento okupa de Terrassa, Zigor Larredonda. Desde entonces está encarcelado como colaborador del comando Barcelona de ETA, que asesinó, entre otras personas, al ex ministro socialista Ernest Lluch.

Coincidencia de opiniones

Todos los okupas consultados, por encima de ideologías, coinciden en que Larredonda es inocente y en que los graves cargos que pesan contra él no son sino un 'montaje policial'. También comparten la tesis de que fue detenido porque era el chivo expiatorio ideal, dada su condición de okupa estrechamente relacionado con el movimiento abertzale. En privado, hay quien afirma que 'a lo mejor las cosas fueron de otra manera y estamos equivocados'.

La policía también sostiene que entre el movimiento okupa existe una fascinación por el movimiento abertzale y que algunas de las tácticas de la kale borroka han sido exportadas a Cataluña. Y de ahí a justificar los asesinatos de ETA no hay más que un leve pero decisivo paso, atravesar esa línea tenue que nadie admite haber superado. 'Estamos acostumbrados a que nos relacionen con la violencia. Ésa es la estrategia que le interesa al Ministerio del Interior para reducir el movimiento okupa a una simple cuestión de orden público, cuando lo que reivindicamos son otras ideas. Pero no les interesa entrar en ese debate', dice Guillem.

La sombra de la violencia

'Una casa ocupada sólo es noticia cuando se desaloja. Mientras es un centro social para un barrio y para sus vecinos no sale en los diarios'. Así se lamenta Guillem de la sinonimia que se establece en ocasiones entre okupas y violencia. Ellos no admiten este término y siempre hablan de 'autodefensa' ante un 'ataque policial'. Es decir, un desalojo forzado, que son los menos, porque en Barcelona ha habido 30 en lo que va de año y sólo en tres casos hubo incidentes. 'Para los policías somos violentos, pero aquí los heridos sólo los hemos puesto nosotros', recuerda Guillem. El último, un joven que perdió un ojo el pasado 17 de julio por el impacto de una pelota de goma. 'Hay otra violencia de la que no se habla y es que la policía te pare un día tres veces en tu barrio y te tengas que identificar porque vistes así y lleves el pelo largo', afirma Lluís. 'Pero ahí seguimos, luchando por aquello en lo que creemos, porque para nosotros ocupar una casa vacía y gestionarla es un ejercicio de democracia directa'.

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