Reportaje:

Ahora, Mislata

El mercado de la droga se desplaza hacia el oeste de Valencia ante la desesperación de los vecinos

El hartazgo por el espectáculo en sesión continua de venta de droga en la calle, sin disimulos y con impunidad, se ha apoderado ya, también, de los vecinos de Mislata. La extensión de cañas, huerta y escombros que une Mislata y Campanar, justo frente a un gran centro comercial y a menos de 50 metros de dos colegios, es un dispensario ininterrumpido de drogas que desde hace tres meses ha visto crecer el negocio. Ése es ahora el punto al que se ha desplazado buena parte de la venta de estupefacientes que también sacó a la calle a centenares de vecinos de los barrios de Malva-rosa, Natzaret y Gra...

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El hartazgo por el espectáculo en sesión continua de venta de droga en la calle, sin disimulos y con impunidad, se ha apoderado ya, también, de los vecinos de Mislata. La extensión de cañas, huerta y escombros que une Mislata y Campanar, justo frente a un gran centro comercial y a menos de 50 metros de dos colegios, es un dispensario ininterrumpido de drogas que desde hace tres meses ha visto crecer el negocio. Ése es ahora el punto al que se ha desplazado buena parte de la venta de estupefacientes que también sacó a la calle a centenares de vecinos de los barrios de Malva-rosa, Natzaret y Grao. Los de antes viven una falsa moratoria mientras otras zonas de la ciudad padecen la concentración. La situación se repite, las promesas se suceden y el problema crece y reparte sus efectos. En la calle Valencia de Mislata una decena de pequeños negocios han cerrado tras ser víctimas de atracos continuos y comprobar que nadie garantiza una vigilancia mínima. Otros tantos edificios se han convertido en refugio de los toxicómanos. Los alrededores, por las calles de Marie Curie, de Llansol, de La Cruz, tienen un parque automovilístico propio de un desguace. Coches y furgonetas son catres a cubierto para los desahuciados. El 67% de la población de Mislata ha sido atracada alguna vez en los últimos seis meses. En la piscina municipal, la antesala del puesto central de venta en lo que debía ser el Parque de Cabecera, los responsables encuentran jeringuillas y papelinas ya quemadas continuamente. En las ventanas de pisos de reciente construcción, algunos sin estrenar, hay quien ha colgado 'Se vende piso nuevo, barato, luminoso y con vistas al mercadillo de la droga'.

Los caminos que las cañas esconden encierran un trapicheo que no descansa. Por la senda más ancha de acceso al descampado, el deambular, las idas y venidas, son constantes. Dos furgonetas blancas y un coche de color metalizado abastecen a los que venden al por menor al menos cuatro veces al día. Sus entradas y salidas no pasan desapercibidas y en muchas de ellas se cruzan con el coche patrulla o los agentes a caballo. Protegidos por las cañas, los vendedores -que se van turnado a lo largo del día- llegan con un par de bolsas y mantienen abierto el servicio. Las bolsas sólo se esconden cuando la concentración escasea. Y, a partir de las siete de la tarde, especialmente los viernes y sábados, alrededor de cien vehículos pueden coincidir a la vez en busca de alguna sustancia, cualquiera. Ese punto de venta de droga, que empezó siendo coto de proveedores subsaharianos. Pero ahora, vende quien tiene material, incluso hay competencia en los precios.

El próximo día 27, los vecinos de Mislata, acompañados por los de Campanar, recorrerán las calles del municipio para exigir en manifestación que se actúe sobre un problema de convivencia, salud pública, seguridad ciudadana que empezó siendo residual y que ha pasado a ser esencial y determinante en la vida cotidiana. Los vecinos insisten en que ni la delegación de Gobierno, ni el Ayuntamiento de Valencia, ni las consejerías responsables han cumplido lo prometido.

Mercadillo de la droga situado en el cauce de río Turia en Mislata, en plena actividad.JOSÉ JORDÁN

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