Columna

Profeta

Los alemanes tienen una expresión muy gráfica para definir a cierto tipo de científicos. Les llaman idiotas especializados. Siempre me hizo gracia ese calificativo, pero en los últimos tiempos de nuevas tecnologías mucha gente se ha perdido en un mar de infinitas informaciones y escasas visiones de conjunto. Llega un momento en que no sabemos para qué necesitamos tantos datos si no sabemos analizarlos. Por eso reconforta de modo especial que un arquitecto e ingeniero como Santiago Calatrava se haya dedicado no sólo a diseñar puentes y estaciones, sino que haya sentido la pasión por el dibujo o...

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Los alemanes tienen una expresión muy gráfica para definir a cierto tipo de científicos. Les llaman idiotas especializados. Siempre me hizo gracia ese calificativo, pero en los últimos tiempos de nuevas tecnologías mucha gente se ha perdido en un mar de infinitas informaciones y escasas visiones de conjunto. Llega un momento en que no sabemos para qué necesitamos tantos datos si no sabemos analizarlos. Por eso reconforta de modo especial que un arquitecto e ingeniero como Santiago Calatrava se haya dedicado no sólo a diseñar puentes y estaciones, sino que haya sentido la pasión por el dibujo o la escultura como muestra la exposición retrospectiva que ha inaugurado el IVAM. Si, además, Calatrava declara que se siente inspirado por uno de los pocos genios indiscutibles como Johann Sebastian Bach, la talla del valenciano sube muchos enteros. Con su actitud rompe Calatrava esas constantes brechas entre ciencias y letras, entre artistas y artesanos, entre intelectuales y técnicos.

Curiosa mezcla de valenciano mediterráneo y de centroeuropeo racionalista, con oficinas abiertas en Zúrich, París y Valencia, Santiago Calatrava ha conseguido al fin ser profeta en su tierra. Una categoría, por cierto, que escasísimos valencianos han alcanzado. Para recorrer ese camino el arquitecto e ingeniero de los puentes atirantados -un sello personal que pasará a la historia- ha tenido que triunfar en el extranjero. No puedo evitar recordar ahora algunas discusiones en el Ayuntamiento de la capital de mediados de los ochenta cuando algunos conservadores oponían serias resistencias a la hora de contratar algún trabajo de Calatrava. Casualmente eran los mismos que clamaban porque el IVAM diera un especial relieve a la obra de artistas valencianos, sólo por el mero hecho de serlo. Lo más curioso es que algunos de aquellos provincianos y catetos se sientan hoy en las poltronas del poder y expresan su admiración más desmedida por la obra de Calatrava o por la proyección internacional que ha logrado un museo como el IVAM.

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