Editorial:

Hágase la luz

La sombra de California planea sobre el suministro de electricidad en España. Aunque los casos son distintos, las condiciones económicas poco tienen que ver y los mecanismos de retribución de las inversiones en generación y distribución son mejores en España -y Europa- que en Estados Unidos, lo cierto es que el crecimiento de la demanda eléctrica, la aparición de nuevos motivos de consumo -como el aire acondicionado en los hogares- y la parquedad de las inversiones en nuevas plantas de producción han estrechado considerablemente los márgenes de seguridad del suministro eléctrico.

La cue...

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La sombra de California planea sobre el suministro de electricidad en España. Aunque los casos son distintos, las condiciones económicas poco tienen que ver y los mecanismos de retribución de las inversiones en generación y distribución son mejores en España -y Europa- que en Estados Unidos, lo cierto es que el crecimiento de la demanda eléctrica, la aparición de nuevos motivos de consumo -como el aire acondicionado en los hogares- y la parquedad de las inversiones en nuevas plantas de producción han estrechado considerablemente los márgenes de seguridad del suministro eléctrico.

La cuestión de fondo es si las eléctricas han aplicado las inversiones para renovar y aumentar el parque en función de las nuevas necesidades domésticas, de las expectativas del consumo y del crecimiento de la economía. Los informes de Red Eléctrica Española (REE) sugieren que no han invertido lo necesario ni lo han hecho en los plazos convenientes para evitar ahora los riesgos de apagón; y ello a pesar de que han recibido en los últimos años un canon -que ahora es de 0,80 pesetas por kilovatio producido, pero que llegó a ser de 1,3 pesetas- que les reportó unos 600.000 millones adicionales desde 1998 hasta la fecha para asegurar que los consumidores y las industrias no se quedarán sin electricidad.

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Dice el vicepresidente Rodrigo Rato que la producción es suficiente y que no hay riesgo de apagones. Puede ser. Pero los informes de REE dicen lo contrario: que el riesgo existe, que el margen de cobertura ha disminuido y que ya no se da la seguridad absoluta de que el suministro se cumplirá al 100%, como era moneda corriente en los últimos lustros. Los análisis de REE parecen fundados con cifras bien contrastadas. Así que, si el riesgo existe de verdad y llega a concretarse, el Gobierno tendrá que dar muchas explicaciones a los ciudadanos; y si la amenaza no es tal, la explicación debería centrarse en por qué se difunden evaluaciones alarmistas. En cualquiera de los casos, el peligro de cortes de suministro no debe esgrimirse como chantaje para exigir que se aumenten artificialmente los ingresos de las compañías. Las empresas son responsables de satisfacer el mercado del que obtienen sus beneficios y del que han extraído, con pretextos diversos, ingresos sobrados para garantizar las inversiones.

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