Columna

Lujos

La Comunidad Valenciana a menudo se ha distinguido por sus oportunidades y ha vivido momentos de brillantez rampante. Fasto exuberante y barroco, netamente valenciano, ha sido la fiesta de Porcelanosa en Villarreal -un pelín pasada de rosca- apoyada en el rancio abolengo del príncipe de Gales y en el poderío cinematográfico de Sofía Loren. Cuando se perciba que estamos tratando de situaciones lujosas, se puede imaginar que vamos a incidir en los premios Nova. Dentro de estos galardones, hay quien estima obligado referirse a la presencia espectacular de Jacqueline Bisset y Ursula Andress que ll...

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La Comunidad Valenciana a menudo se ha distinguido por sus oportunidades y ha vivido momentos de brillantez rampante. Fasto exuberante y barroco, netamente valenciano, ha sido la fiesta de Porcelanosa en Villarreal -un pelín pasada de rosca- apoyada en el rancio abolengo del príncipe de Gales y en el poderío cinematográfico de Sofía Loren. Cuando se perciba que estamos tratando de situaciones lujosas, se puede imaginar que vamos a incidir en los premios Nova. Dentro de estos galardones, hay quien estima obligado referirse a la presencia espectacular de Jacqueline Bisset y Ursula Andress que llenaron las portadas y las retinas de gratos recuerdos y añoranzas. Los premios NOVA son en sí mismo un lujo consolidado en el panorama empresarial de la Comunidad Valenciana. Hablando de lujos, en Feria Valencia se ha levantado un torbellino en torno a la gestión y otros detalles que afectan a sus directivos. Ya llevamos varios planes estratégicos, elaborados y pagados para que sigamos con el mismo cante. Ahora en Feria Valencia dicen que se habla de zonas calientes y zonas frías, cuando toda ella parece un áscua incandescente, en cuyo ceremonial hay candidatos a la hoguera y pirómanos que la encienden. Llevamos demasiados cataclismos en entidades económico-empresariales, para seguir con esta costumbre incendiaria. Feria Valencia ya ha pasado por otras batallas cruentas e incruentas. La Confederación Empresarial Valenciana y sus derivaciones en CIERVAL han pasado por situaciones que nadie quisiera que hubieran sucedido. Las cámaras de comercio están atravesando ahora por una paz valenciana, que bien quisiéramos que durara y que casi nada tiene que ver con épocas anteriores. La Sociedad de Garantía Reciproca de la C.V también pasó su vía crucis particular, con calvario incluido, a cargo de Enrique Martínez Mortes. Allí se gestó el cisma de Unión Gremial con respecto a CEV -CEPYMEV, hasta que sea iniciado la reconciliación con L'Empresarial. Parece ya hora de terminar con tanta pirueta. Me refiero a las de la Feria, en cuya función, protagonistas y jaleantes pierden tantas energías y demasiado tiempo. La Feria habrá de ser lo que las empresas y los empresarios quieran y necesiten, como foro de generación de negocio. Las ferias, de espaldas a los empresarios, carecen de sentido y de futuro. La economía valenciana requiere unas instituciones dimensionadas de acuerdo con sus intereses y gestionadas con sentido común, cuyas cuentas sean supervisadas por sus órganos de gobierno y donde reine la claridad y la trasparencia. Los embrollos, las rencillas, los trapos sucios no hacen más que perjudicar, una vez más, la imagen de estas entidades, con la generación de unos daños de difícil recuperación. Una vez más hay que lavar la ropa sucia en casa, sin que se tengan que dar a conocer nuestras vergüenzas en pregones y proclamas. El último lujo es el de las personas valiosas que resultan corneadas en estos lances y se les arrumba en andanas, secaderos y ribazos, fruto de las envidias y los recelos. Todo este capital humano es otro de los despilfarros imperdonables de esta sociedad valenciana. En la C.V. sobra luz, color e imaginación pero todavía arrastramos un déficit secular de intelectualidad, conocimientos, sentido común y experiencia. Lujos, ahora sí, que es muy difícil improvisar.

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