Editorial:

Blair, segunda parte

Tony Blair ha presentado un programa electoral que marca un giro en las políticas del nuevo laborismo hacia lo que la sociedad parece demandar: mejores escuelas públicas, servicios sanitarios y transportes y más seguridad ciudadana. El manifiesto pretende marcar la agenda de una década. Los laboristas se presentan con un mensaje modernizador, de 'prosperidad para todos' y 'pleno empleo en todas las regiones'.

La legislatura actual, que Blair ha acortado al anticipar en un año las elecciones que espera ganar de calle el próximo 7 de junio, ha estado dominada por las reformas polít...

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Tony Blair ha presentado un programa electoral que marca un giro en las políticas del nuevo laborismo hacia lo que la sociedad parece demandar: mejores escuelas públicas, servicios sanitarios y transportes y más seguridad ciudadana. El manifiesto pretende marcar la agenda de una década. Los laboristas se presentan con un mensaje modernizador, de 'prosperidad para todos' y 'pleno empleo en todas las regiones'.

La legislatura actual, que Blair ha acortado al anticipar en un año las elecciones que espera ganar de calle el próximo 7 de junio, ha estado dominada por las reformas políticas: instituciones autonómicas para Escocia, Gales e Irlanda del Norte; recuperación de las elecciones municipales para Londres, y reforma de la Cámara de los Lores, en la que aún permanecen algunos pares hereditarios. Pero los problemas y escándalos surgidos con la mala gestión de la escuela pública y del famoso Servicio Nacional de Sanidad -que un día fueron ejemplares-, o de los transportes, principalmente los ferroviarios, mal privatizados desde los tiempos de Margaret Thatcher, han hecho que esta vez la tercera vía (aunque Blair ya no la denomine así) tome un marcado giro social. No promete bajar los impuestos directos, como hizo anteriormente, sino no subirlos, lo que deja la posibilidad de aumentar los indirectos para financiar sus ambiciosos planes de gasto público.

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Los laboristas proponen, entre otras medidas, aumentar en más de un 5% al año, en términos reales, los gastos en la enseñanza pública; en un 6% anual, los de sanidad; en un 20% en el trienio, los de transportes, y una inyección equivalente a 400.000 millones de pesetas en la policía. El programa propone la regeneración de los servicios públicos, desestructurados por muchos años de revolución conservadora, alejándose de su privatización, si bien deja alguna puerta abierta a métodos de gestión privada en la sanidad. El blairismo se distancia de las propuestas ideológicas de recorte de impuestos y privatizaciones de servicios públicos de la oposición tory, encabezada por William Hague.

Hay un tema en el que el Manifiesto laborista ha escabullido el bulto: la adopción del euro por el Reino Unido en sustitución de la libra esterlina. Aunque el asunto no es prioritario para los ciudadanos británicos, según indican las encuestas, Blair ha prometido un referéndum tras las elecciones, pero sin comprometer plazos ni pronunciarse aún sobre qué partido tomará. Los laboristas ponen el acento en otros elementos significativos para la construcción europea, como la puesta en común de recursos de investigación en tecnologías punta o la biociencia. Pero Blair quiere ahuyentar el fantasma del euro de estas elecciones, pues su rechazo, al menos para los próximos cinco años, es la bandera más popular en manos de los conservadores.

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