Cartas al director

La diplomacia ciega

Uno ya no sabe si algún ministro tiene vocación suicida o es que el quedar bien delante de los anfitriones en cada ocasión impide a nuestros gobernantes acertar con la medida de las cosas. Leo con sonrojo y estupor la comparación que hace el ministro Piqué entre el Estado israelí y España frente al terrorismo palestino y el etarra. Yo no sé por qué sentirme más avergonzado. No sé si la comparación con un Estado y un Gobierno provocador como el de Sharon, que practica con generosidad el terrorismo de Estado y hace oídos sordos a las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que desoye ...

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Uno ya no sabe si algún ministro tiene vocación suicida o es que el quedar bien delante de los anfitriones en cada ocasión impide a nuestros gobernantes acertar con la medida de las cosas. Leo con sonrojo y estupor la comparación que hace el ministro Piqué entre el Estado israelí y España frente al terrorismo palestino y el etarra. Yo no sé por qué sentirme más avergonzado. No sé si la comparación con un Estado y un Gobierno provocador como el de Sharon, que practica con generosidad el terrorismo de Estado y hace oídos sordos a las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que desoye las resoluciones de la ONU, se debe a un excesivo agradecimiento al anfitrión o a un aflorar involuntario de un subconsciente que desearía enviar los helicópteros a Euskadi. Miedo me daría esto último. Y no sé a qué se debe la comparación entre la lucha del pueblo palestino (ilegítima, desde luego, en sus ataques a la población civil) y la del terrorismo etarra. Tal vez le suenen campanas al señor ministro de que el pueblo palestino lucha por el derecho a la autodeterminación, y el señor Piqué rechace de plano esas ideas. Pero no debe olvidar que el derecho del pueblo palestino nace del desplazamiento ilegal de millones de personas, de la existencia de campos de refugiados, de la existencia de un amparo (más teórico que efectivo) de la ONU y, sobre todo, de la provocación de Sharon. Qué fácil se olvida el incidente de la explanada de las mezquitas. Qué fácil se olvidan los muertos de Sabra y Shatila. Qué odiosas son ciertas comparaciones.

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