Crítica:

Cambio sí, pero no tanto

Existe un modo de aproximación a la realidad o análisis teórico muy extendido en las publicaciones económicas y sociológicas que consiste en exponer lo evidente y lanzar en forma de preguntas lo que son declaraciones de principios como si fueran propuestas detalladas. Por ejemplo: 'intentemos explorar las posibilidades de una cierta desmercantilización del trabajo'. Pues sí, quién lo duda. O también: '¿Cabe alguna alternativa global viable a la civilización capitalista?'. Resulta que esa pregunta viene haciéndose ininterrumpidamente desde el siglo XIX. ¿Y qué decir de esa afirmación de que 'es...

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Existe un modo de aproximación a la realidad o análisis teórico muy extendido en las publicaciones económicas y sociológicas que consiste en exponer lo evidente y lanzar en forma de preguntas lo que son declaraciones de principios como si fueran propuestas detalladas. Por ejemplo: 'intentemos explorar las posibilidades de una cierta desmercantilización del trabajo'. Pues sí, quién lo duda. O también: '¿Cabe alguna alternativa global viable a la civilización capitalista?'. Resulta que esa pregunta viene haciéndose ininterrumpidamente desde el siglo XIX. ¿Y qué decir de esa afirmación de que 'estamos asistiendo a una serie de profundas transformaciones sociales'?

Éste es uno de los problemas que lastran la colección de ensayos o estudios que se reúnen en este texto. El detalle de las formulaciones rara vez supera el estadio de la llamada de atención o el subrayado; y cuando se intenta, no se avanza más allá de las fórmulas ya conocidas, que se mencionan en todos los manuales de ayuda social o económica, aunque ninguna sociedad se atreva a experimentar con ellas, ni de lejos.

Con todo, lo más significativo del libro, como de una buena parte de la literatura socioeconómica actual, es la distancia sideral entre el paisaje social que se describe como 'inevitable' o 'moderno' y el que se percibe en la práctica diaria. Valga esta descripción sintetizada como ejemplo. Se ha pasado de un mundo jerarquizado a otro interactivo, de un mundo mecánico a uno holográfico, de un mundo sustentado en el determinismo a otro cada día más indeterminado, de la causalidad lineal a la múltiple... Pues bien, la jerarquización sigue siendo el modelo imperante en las organizaciones políticas, en las empresas o en las instituciones sociales; el determinismo lleva desdibujándose sin mayores consecuencias para la vida cotidiana desde los alegres años veinte del siglo pasado; y en cuanto a la causalidad múltiple, nadie lo diría, porque sean una o muchas, siempre se somete a la percepción de la ciudadanía la causa más sencilla o digerible.

Las ideas de 'cambio radical de perspectiva' o 'aceleración de los acontecimientos a causa de las revoluciones tecnológicas presentes' son lugares comunes y, lo que es peor, contienen grandes dosis de falsedad. La sociedad, las costumbres, el empleo, las relaciones personales y de trabajo, las culturales, están cambiando a ritmos muy acelerados desde que se constituyeron las primeras agrupaciones humanas; y no se sabe muy bien -que nadie lo ha demostrado, aunque se repita como algo evidente- por qué los cambios del siglo XX fueron más profundos o rápidos que los del siglo XV o que los del IV. Después de tanta histeria por los cambios tecnológicos, por la aceleración de los tiempos o por los presuntos shocks del futuro y comprobado que no hay para tanto, es hora de entender que los cambios son más lentos en la realidad que en el papel.

Los análisis recopilados por Agulló y Ovejero tienen, sin embargo, un gran valor como indicador de cuáles son las preocupaciones que suscitan hoy el empleo y el ocio en una sociedad que tiene más de lo segundo que de lo primero y que, sobre todo, cultiva como un bien precioso la cultura del desorden.

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