Columna

Disparate

En estas fechas, todos (al menos todos los que tenemos la responsabilidad de escribir en la prensa) deberíamos declarar públicamente nuestra adhesión a la primavera fiscal. Creo que estamos obligados a hacerle gratis la campaña a Hacienda, de modo que lo que se gasta en anuncios lo invierta en sanidad, educación, justicia... Que no ocurra con el dinero de los impuestos lo que con el agua, que casi la mitad se pierde en las conducciones. Viva el fisco, en fin. Y viva el Museo del Prado, la pinacoteca más importante del universo mundo, que nuestros impuestos deberían sostener mientras no sea cap...

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En estas fechas, todos (al menos todos los que tenemos la responsabilidad de escribir en la prensa) deberíamos declarar públicamente nuestra adhesión a la primavera fiscal. Creo que estamos obligados a hacerle gratis la campaña a Hacienda, de modo que lo que se gasta en anuncios lo invierta en sanidad, educación, justicia... Que no ocurra con el dinero de los impuestos lo que con el agua, que casi la mitad se pierde en las conducciones. Viva el fisco, en fin. Y viva el Museo del Prado, la pinacoteca más importante del universo mundo, que nuestros impuestos deberían sostener mientras no sea capaz de sostenerse sola.

Pero si se ha de privatizar, uno preferiría que saliera a Bolsa y que regalaran una acción simbólica de una peseta a todos los españoles. Después, que cada uno comprara las acciones que le diera la gana o le fuera posible. Personalmente, estaría dispuesto a pedir un préstamo para adquirir la participación de un pelo de una de las cejas de una de las hilanderas de Velázquez, pongamos por caso. La salida a Bolsa, con ser una solución repugnante, es más democrática que esa fórmula incomprensible por la que el museo deja de ser un organismo autónomo y pasa a ser un ente público, o viceversa. De hecho, dada la dificultad para hacerse entender, Eduardo Serra resumió esta filosofía privatizadora afirmando que si hay que dar comidas o cenas en los salones del museo para recabar fondos, pues que se den y punto. Por lo visto, hay gente dispuesta a pagar una millonada por eructar entre un rubens y un ribera.

A mí esto, qué quieren que les diga, me parece una perversión. Es como si para financiar la Monarquía convirtiéramos la Zarzuela en una fonda o, para sostener al Gobierno, Ana Botella tuviera que ceder el comedor de La Moncloa a una sociedad gastronómica todos los jueves. No son maneras de obtener ingresos. Conozco gente adinerada y atroz que estaría dispuesta a soltar una fortuna por comer sesos de cordero en el interior de un quirófano del Doce de Octubre, pero no me parece una buena solución para financiar la sanidad pública. ¿Por qué no?, diría Eduardo Serra levantando las cejas. Pues porque no, hombre, porque es un disparate.

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