CARTAS AL DIRECTOR

<l>Felicidades a Ayala</l>

Hace unos días, el patriarca de nuestras letras, Francisco Ayala, cumplió 95 años. Intelectual insobornable y testigo privilegiado del siglo XX, el siempre lúcido autor de El jardín de las delicias nos sigue invitando, desde esa irrenunciable individualidad portadora de lo universal que siempre le caracterizó, a pensar la época que nos ha tocado vivir. Pues en la obra ayaliana abundan los resortes que incitan a la reflexión sobre el cruento siglo que acaba de finalizar. Tanto a través del perdurable ejercicio de la ficción como del comprometido análisis de la sociedad que habita en su o...

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Hace unos días, el patriarca de nuestras letras, Francisco Ayala, cumplió 95 años. Intelectual insobornable y testigo privilegiado del siglo XX, el siempre lúcido autor de El jardín de las delicias nos sigue invitando, desde esa irrenunciable individualidad portadora de lo universal que siempre le caracterizó, a pensar la época que nos ha tocado vivir. Pues en la obra ayaliana abundan los resortes que incitan a la reflexión sobre el cruento siglo que acaba de finalizar. Tanto a través del perdurable ejercicio de la ficción como del comprometido análisis de la sociedad que habita en su obra ensayística y periodística, el propio Ayala se ve a sí mismo como 'testigo alerta de su tiempo', como 'escritor en su siglo', y ha cifrado siempre su personal misión en dar 'razón del mundo'. Por todo ello, nos encontramos ante un autor cuyas preocupaciones acerca de la condición humana trascienden de fronteras y le convierten, muy posiblemente, en nuestro escritor vivo más universal. Lúcida siempre ha sido la habilidad de Ayala para analizar la crisis de valores de la Modernidad de la que hoy tanto se habla, como lúcidas han sido también sus palabras sobre los nacionalismos que, con el tiempo, alcanza dimensiones casi proféticas. Igualmente, su visión de la revolución tecnocomunicacional que caracteriza el signo de nuestros días, así como del papel que los medios de comunicación juegan en ella, es otra de las muchas inquietudes de Ayala insoslayables para entender una actualidad en la que, como apunta Claudio Magris, 'el totalitarismo no se confía ya a las fallidas ideologías fuertes, sino a las gelatinosas ideologías débiles, promovidas por el poder de las comunicaciones'. Por eso necesitamos, hoy más que nunca, a Ayala y a todo el manojo de posibilidades (desde la creación artística a la reflexión, pasando por la memoria histórica) que nos ofrece para habitar el desarraigo.-

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