MANUEL RUIZ LUQUE | EL PERFIL

Un hombre rodeado de 30.000 libros

Manuel Ruiz Luque es uno de los pocos hombres del mundo que convive con 30.000 libros. Es cierto que los libros no exigen paseos, comidas o el cambio intempestivo de pañales, pero por contra necesitan espacio donde extender sus lomos y un tipo muy peculiar de ternura que sólo está en el corazón de unos cuantos enamorados. Bibliófilos llaman a este tipo de amadores y coleccionistas patológicos de volúmenes.

Ruiz Luque vive tan atareado en reunir libros desde hace cincuenta años que no le queda tiempo para leer. La lectura o la consulta de los miles de volúmenes, sobre todo de los relacio...

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Manuel Ruiz Luque es uno de los pocos hombres del mundo que convive con 30.000 libros. Es cierto que los libros no exigen paseos, comidas o el cambio intempestivo de pañales, pero por contra necesitan espacio donde extender sus lomos y un tipo muy peculiar de ternura que sólo está en el corazón de unos cuantos enamorados. Bibliófilos llaman a este tipo de amadores y coleccionistas patológicos de volúmenes.

Ruiz Luque vive tan atareado en reunir libros desde hace cincuenta años que no le queda tiempo para leer. La lectura o la consulta de los miles de volúmenes, sobre todo de los relacionados con las historias locales de los pueblos de España, es un regalo que este fotógrafo de Montilla, de 66 años, hace a los demás: eruditos, consultores y curiosos.

Pocas veces una afición obsesiva como la de nuestro personaje lleva aparejada un reconocimiento oficial. Sobre la pechera de Ruiz Luque luce, desde el pasado 28 de febrero, una de las medallas que la Junta de Andalucía entregó para reconocer la actividad de sus hijos más ilustres o pundonorosos.

Los primeros ejemplares que atesoró el joven Ruiz Luque en la modesta vivienda familiar de Montilla eran los tebeos de Roberto Alcázar y los del Guerrero del Antifaz. Luego fue añadiendo un ejemplar por aquí, otro por allá, una hoja impresa sin interés aparente, hasta disponer de una de las biliotecas particulares más impresionantes y la más completa sobre historia local. Pero en realidad en ese universo que, como quería Borges, es cualquier biblioteca, hay de todo: ejemplares insólitos, hojas volanderas, manuscritos, códices, etcétera. En 1999 la Junta de Andalucía organizó en Málaga una gran exposición con sólo 107 de sus 30.000 libros; antes tuvo que asegurarlos en un centenar de millones de pesetas.

Conviene decir que nuestro bibliófilo es auditodacto y carece de estudios superiores. Nuestro bibliófilo es, como cualquier hijo de vecino, muchas personas, pero esencialmente dos: el que colecciona libros (que ya hemos presentado) y un fotógrafo que, junto a su hermano, hace reportajes de boda, bautizos y retratos. Para que el bibliófilo se convierta en retratista es menester que Ruiz Luque meta en un cubilete de dados las letras de sus apellidos y las mueva hasta formar Ruquel, un acrónimo enigmático que sugiere el nombre de un mago o el de un enano real de una tragedia de Shakespeare.

En cierto modo, la actividad de un bibliófilo tiene un componente fantástico. Cómo, si no, explicar dónde guarda tanto ejemplar. Ruiz Luque tiene atestada de volúmenes su casa, el estudio de fotografía y una vivienda que usa sólo como depósito. Pero los libros no permanecerán dispersos mucho tiempo. Manolín, como responde a sus amigos, ha aceptado con generosidad una oferta del Ayuntamiento de Montilla para vender su biblioteca y reunirla en la Casa de las Aguas, un edificio noble adquirido tiempo atrás.

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Antes ha sido menester catalogar su ingente colección, una labor que está ultimando su amigo José Antonio Cerezo. Otro cantar será ordenar e imponer cierta coherencia en su archivo documental, compuesto de cuanto papel o librito impreso cae en sus manos.

Otra faceta de Ruiz Luque es la de editor. Bibliofilia Montillana es la marca bajo la que ha editado decenas de títulos, sobretodo relacionados con Montilla y su entorno, ya sean ensayos o digresiones líricas.

De hecho, fue la edición de un libro (una edición no venal, para amigos) la que le supuso en 1990 la fama y el escándalo. Un buen día decidió aprovechar unas remas de papel antiguo y editar un libro curioso para sus amigos. José Antonio Cerezo ideó un Catálogo de solteras, en el que cada mujer imaginada fuera una especie de gólem, un ser formado por palabras y conceptos. Así nació una viuda recalcitrante, a la que denominó Mujer con Anterior Ex Libris, o una dama con bigote, a la que señaló Señorita sin Desbarbar, o algo semejante.

Quiso sin embargo la fortuna que una periodista interrogara a Ruiz Luque sobre el particular un día en que se sentía perspicaz y bromista, y que Manolín respondiera con ironía que el catálogo contenía nombres de solteras vivas y que en una próxima edición le agregaría los números de los teléfonos y los del carné de identidad para facilitar su emparejamiento. La ironía no funcionó y la noticia, en sus términos literales, zahirió a los grupos feministas y a otras gentes de respeto, que casi exigen un auto de fe contra el bibliófilo de Montilla, cuyos desmentidos cayeron en saco roto.

Transcurrió el alboroto de las solteras y Ruiz Luque continuó atesorando libros, uno tras otro, y su fama cambió. Ya tiene incluso una medalla.

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