Columna

Blas

Blas es, naturalmente, Blas de Otero. No hay otro Blas en la literatura hispánica del siglo que acabamos de enterrar. Bilbao es, por lo visto, ciudad de nombres propios: en los manuales de literatura no hay otro don Miguel que el irascible don Miguel de Unamuno. En el sistema literario español, con tantos aspirantes a planeta que sólo son satélites, Blas ocupa un lugar de privilegio y brilla con luz propia, la de sus deslumbrantes poemas de Ángel fieramente humano o Redoble de conciencia, la de sus contundentes y redondos sonetos, la de su prosas -porque fue también un soberbio ...

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Blas es, naturalmente, Blas de Otero. No hay otro Blas en la literatura hispánica del siglo que acabamos de enterrar. Bilbao es, por lo visto, ciudad de nombres propios: en los manuales de literatura no hay otro don Miguel que el irascible don Miguel de Unamuno. En el sistema literario español, con tantos aspirantes a planeta que sólo son satélites, Blas ocupa un lugar de privilegio y brilla con luz propia, la de sus deslumbrantes poemas de Ángel fieramente humano o Redoble de conciencia, la de sus contundentes y redondos sonetos, la de su prosas -porque fue también un soberbio prosista- de Historias fingidas y verdaderas. En el sistema literario español, por cierto, los poetas terminan por llevarse el gato al agua, aunque sean los prosistas-novelistas quienes gocen en vida del favor y el fervor del gran público. La justicia es poética y lenta, igual que el dinosaurio de Augusto Monterroso.

Uno no sabe si los buenos poetas, como dicen que dijo Sánchez-Mazas (otro poeta bilbaíno), son los que hacen llorar a las mecanógrafas. Y en el extremo opuesto a esa ironía (aunque en el mismo extremo ideológico) uno tampoco tiene nada claro aquello que afirmaba José Antonio de que sólo los poetas mueven a los pueblos. Ni tanto ni tan calvo, piensa uno. Además, la de andar removiendo a los pueblos es una ocupación tan peligrosa como la de jugar con fuego o servir combinados de nitroglicerina.

Viene todo esto a cuento porque el pasado jueves se celebró en Bilbao el Día de Blas de Otero. Al poeta le hubiesen caído 85 años y unos cuantos lectores y paisanos decidimos celebrar el suceso. La poesía de Blas fue, en su momento, un gran suceso. Luego las circunstancias y la historia apagaron su eco. Ahora la fundación que lleva su nombre y preside Sabina de la Cruz se ocupará de mantener y de avivar el fuego de sus versos. 'Si me muero, que sepan que he vivido / luchando por la vida y por la paz.' Hoy, en el país de Blas, la lucha por la vida y por la paz sigue siendo tarea prioritaria y, desdichadamente, para algunos ciudadanos, mortal.

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