Crítica:

El sillón del amor y del odio

Para algunos, Aída Gómez era demasiado joven e inexperta para el cargo. Para otros, sencillamente no estaba preparada para detentar el poder sobre la compañía titular española, con algo más de 800 millones de pesetas de presupuesto anual. Fue nombrada el 1 de enero de 1998, tras una breve aventura al frente de su compañía privada y destituida ayer tras una larga reunión en el Ministerio de Cultura al que fue convocada por Andrés Amorós, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem). La acompañaba Hans Tino, actual gerente del BNE y arrastrado en el mismo...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Para algunos, Aída Gómez era demasiado joven e inexperta para el cargo. Para otros, sencillamente no estaba preparada para detentar el poder sobre la compañía titular española, con algo más de 800 millones de pesetas de presupuesto anual. Fue nombrada el 1 de enero de 1998, tras una breve aventura al frente de su compañía privada y destituida ayer tras una larga reunión en el Ministerio de Cultura al que fue convocada por Andrés Amorós, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem). La acompañaba Hans Tino, actual gerente del BNE y arrastrado en el mismo despido.

Es la tercera vez que el Ministerio de Cultura despide fulminantemente a un director artístico del Ballet Nacional de España. Primero lo hizo con Antonio Gades en 1980 mientras la compañía se encontraba de gira por el norte de España; después en 1983 con Antonio Ruiz Soler a través del famoso telegrama que fue subastado hace poco en una sala convenientemente enmarcado. María de Avila (directora de 1983 a 1986), José Antonio (que estuvo en el puesto de 1986 a 1992), Aurora Pons, Nana Lorca y Victoria Eugenia (que juntas dirigieron el BNE de 1993 a 1997), dimitieron por distintas razones personales y profesionales, aunque ninguno de ellos se vio libre de las ácidas críticas de la profesión y de los envites de los sucesivos comités de empresa. La sombra de la polémica sobre la fijeza de los bailarines en sus puestos, en una situación equiparable a los funcionarios, siempre ha estado presente.

Nunca antes el BNE había vivido una crisis de este calibre. Poco a poco, lo que parecía proceder de un sector disidente minoritario se ha ido haciendo fuerte y mayoritario. El BNE se encuentra hoy otra vez sin rumbo, sin cabeza visible y sin un plan concreto que garantice en lo artístico su continuidad profesional con el nivel exigible a una compañía del Estado. En el horizonte planea la tormenta laboral interna, que no porque se vaya Aída Gómez se zanja, así como la ausencia de un verdadero proyecto rector a medio plazo donde se pueda planificar el desarrollo estético y funcional de la danza escénica española.

Hoy por hoy, el BNE añora los tiempos de esplendor que tuvo primero con María de Ávila y luego con José Antonio, donde todos coinciden en que se alcanzaron sus mejores momentos, sus más señeros éxitos y su más seguro nivel de baile.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En