VISTO / OÍDO

El pánico

'No pasa nada. Y si pasa, no importa', repetía la voz grave y llena del locutor oficial del Gobierno legal (Augusto Fernández, Cuerpo de Carabineros) en julio de 1936; pasó, importó: un millón de muertos, seguir la cifra que consagró Gironella, aunque lo desmientan los investigadores (y es que algunos muertos de entonces siguen vivos). Quizá con otra consigna (de La Marsellesa: 'Aux armes, citoyens!') se hubiese evitado; pero es más difícil predecir el pasado que el futuro. Ayer había en los periódicos artículos del comandante Augusto: el pánico es irrazonable, no hay pruebas de nada, e...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

'No pasa nada. Y si pasa, no importa', repetía la voz grave y llena del locutor oficial del Gobierno legal (Augusto Fernández, Cuerpo de Carabineros) en julio de 1936; pasó, importó: un millón de muertos, seguir la cifra que consagró Gironella, aunque lo desmientan los investigadores (y es que algunos muertos de entonces siguen vivos). Quizá con otra consigna (de La Marsellesa: 'Aux armes, citoyens!') se hubiese evitado; pero es más difícil predecir el pasado que el futuro. Ayer había en los periódicos artículos del comandante Augusto: el pánico es irrazonable, no hay pruebas de nada, en las vacas o en los transgénicos, el submarino de Gibraltar no tiene riesgo, ni el uranio empobrecido fulmina. ¿Es un grupo de supersticiones milenaristas? No, digo con mi derecho: es que algunas cosas pasan -Chernóbil, la India- y algunas enfermedades corren -el sida- y algunos alimentos dejan caer al enfermo a la puerta del restaurante.

Y hay hombres que pegan y matan a sus mujeres, y algunas a algunos; y el clima cambia y llegan las inundaciones. Y los inmigrantes mueren de miedo porque unos están viviendo esclavizados -El Ejido-, otros en huelga de hambre, muchos escondidos por miedo a las razzias; y hay gentes que tienen miedo a los inmigrantes porque violan niños, venden droga o roban (talmente como si fuesen españoles).

Todo esto, vaca o chino, no es nada: estadísticamente, no es nada. Pero ¿por qué hay miedo? Porque no es una superstición. La gente no confía en los gobiernos, en los empresarios, en los militares en guerra. Los de no alarmar, negar la evidencia, ocultar el daño para evitar la 'alarma social'. Quizá la única que tenía razón era Celia Villalobos, cuando suavemente hablaba de lo rico que es el cerdo; y que había que huir del espinazo. La única que decía que había un peligro. Pero debe ser lo que en aquella misma guerra tan memorable se llamaba derrotismo, y se castigaba porque desmoralizaba. (Capturan a unos derrotistas, se indignan, les amenazan: '¡Os vamos a fusilar! Qué, fusilar: a dar garrote, que es lo que merecéis'. Derrotista Primero: '¿Lo ves? Ya no tienen ni balas').

El miedo nace de la ocultación, del disfraz, de la trampa. De no saber a qué atenerse. Iré a Londres a comer chuletón con hueso, a una carvery (se me hace la boca agua), como antes iban a abortar. Ah, tengo mi truco: la enfermedad no brota en quince o veinte años, y a mí eso...

Archivado En