Tribuna:

Averías

A mucha gente le parece una condena vivir bajo la amenaza de la muerte. Pero hay sucesos tan ciertos como ella e igual de pavorosos. Todos sabemos, por ejemplo, que un día la lavadora se estropeará e inundará tu cocina y la del vecino. Puede que no sea hoy, ni mañana, ni al año que viene, pero sucederá, no lo dudes: está escrito. También está escrito que el coche te dejará tirado. Y que el microondas dejará de funcionar. Y que al llegar ese momento aciago no encontrarás en cajón alguno la garantía del aparato, ni el teléfono del fabricante, nada. Tampoco darás con un fontanero cuando el desagü...

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A mucha gente le parece una condena vivir bajo la amenaza de la muerte. Pero hay sucesos tan ciertos como ella e igual de pavorosos. Todos sabemos, por ejemplo, que un día la lavadora se estropeará e inundará tu cocina y la del vecino. Puede que no sea hoy, ni mañana, ni al año que viene, pero sucederá, no lo dudes: está escrito. También está escrito que el coche te dejará tirado. Y que el microondas dejará de funcionar. Y que al llegar ese momento aciago no encontrarás en cajón alguno la garantía del aparato, ni el teléfono del fabricante, nada. Tampoco darás con un fontanero cuando el desagüe del lavavajillas se reviente y tengas que achicar agua con la fregona en una mano y el teléfono móvil en la otra. Tan verdad es esto que te digo como que el ordenador sufrirá un colapso la única vez que no hayas hecho una copia de seguridad.Así las cosas, no entendemos por qué se habla tanto de la muerte y tan poco de las averías. Muchos preferiríamos morirnos antes que enfrentarnos a la reparación de la nevera. Y eso cuando vale la pena repararla, porque, cuando no, es una crueldad llenarla de catéteres y parches que no hacen sino prolongar el sufrimiento de los yogures. Conviene aceptar que también la nevera se tiene que morir, aunque sea alemana, e investigar si hay un modo de deshacerse de ella distinto al de abandonarla clandestinamente en la acera. No estamos preparados para afrontar la propia muerte, es cierto. De hecho, vivimos como si no se hubiera muerto nadie, pero tampoco nos enseñan a plantar cara a la agonía de los electrodomésticos ni a los achaques de la cisterna del retrete o del calentador del gas, que en el fondo son un reflejo de nuestros achaques.

Si hay alguna verdad fundamental es que todo hijo de mujer padecerá algún drama doméstico a lo largo de su vida. O que cometerá la locura de hacer obras en el cuarto de baño. Pero vivimos como si no, porque si fuéramos conscientes de que la realidad es tan frágil estaríamos mirando todo el día los desagües, que se atascan cuando les volvemos la espalda. El infierno existe y estriba en que se te estropee la calefacción o se te acabe el butano en unas fechas tan señaladas como las presentes. Feliz año.

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