Tribuna:

Terra

Los valores de Terra que hace unos meses se cotizaban a 157 euros, bajaron el miércoles hasta 11,5. El Nasdaq que representa la bandera de la "nueva economía" no cesa de plegarse en signo de rendición. Los finales del pasado siglo fueron optimistas respecto al progreso. Se confiaba en que la suma de dos sólidas revoluciones técnicas, la del carbón y el acero más la del petróleo y la electricidad, trasformaran el destino y repartieran bienestar para todos. En ese momento se cumplía una de las cimas históricas respecto a la confianza en el progreso. Ahora, sin embargo, nos hallamos en un pun...

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Los valores de Terra que hace unos meses se cotizaban a 157 euros, bajaron el miércoles hasta 11,5. El Nasdaq que representa la bandera de la "nueva economía" no cesa de plegarse en signo de rendición. Los finales del pasado siglo fueron optimistas respecto al progreso. Se confiaba en que la suma de dos sólidas revoluciones técnicas, la del carbón y el acero más la del petróleo y la electricidad, trasformaran el destino y repartieran bienestar para todos. En ese momento se cumplía una de las cimas históricas respecto a la confianza en el progreso. Ahora, sin embargo, nos hallamos en un punto en que la comunidad, las modas, los estilos prefieren volverse retro antes que dar un paso más. Este final del siglo XX actúa como una gran masa gravitatoria que impide despegarse hacia el porvenir. Ya se ha visto cómo acontecimientos de la centuria, desde los nacionalismos a las guerras étnicas, desde los nazismos al triunfo del papado, regresaron para grabarse en una cinta que se rebobinaba sobre episodios ya vividos. Igualmente la moda, desde el diseño de los coches a la silueta de los escotes, han reproducido las figuras del déjà-vu. Más que sentirnos apremiados por penetrar en el siglo XXI aumenta un instinto de resguardo sobre el corazón de esta centuria culminada y conocida. Las nuevas tecnologías, la "nueva economía", sólo acuden para desazonar una madurez que ha costado lograr y que ahora, cada vez que llega el instante de cruzar el umbral, se conmueve, rompe la serenidad del Nasdaq, dispara los organismos de las vacas y compromete los planes de pensiones.No es extraño, por tanto, que en la actualidad lo más en boga sea el patinete. Con ese vehículo no se llega muy lejos o no se va a ninguna parte. El siglo XX ha sido cruel o proteico, pero junto a ese tráfago de guerras y guisos se ha estado cociendo un confortable conocimiento de la realidad que parece invalidar la cita de un siglo demasiado abstracto. O bien: el siglo XX parece en verdad el último siglo real, mientras ahora llega lo virtual. ¿Las nuevas tecnologías? ¿La era de la información? ¿La edad electrónica? Todo se diluye en el ciberespacio bruñido e irreal. ¿Cómo no aceptar que los valores sean también resbaladizos, líquidos y se evaporen?

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